El nuevo estadio va viento en popa
El aficionado del Real Zaragoza debería estar tranquilo, no hay motivos para la angustia ni la desesperanza: la pirámide de Keops se construyó en 27 años, la Sagrada Familia lleva 136 años en obras y esperan concluirla en 2026. Aún estamos a tiempo. Además, ni siquiera necesitamos un césped retráctil como el del Bernabéu y, en última instancia, tal vez se podrían segmentar las butacas del socio para hacer un 2x1, de tal manera que los abonados podrían aumentar hasta los 56.000 de un plumazo. Nos quejamos demasiado, somos unos vecinos incómodos, bastante mal acostumbrados, pedimos el imposible. Las distintas corporaciones del Ayuntamiento de Zaragoza se han tomado el asunto muy en serio: desde el año 2000 están buscando un consenso para dotarnos a los contribuyentes de una excelente infraestructura, pero es preciso un debate sereno y pausado. Quizá 23 años de intercambios de puntos de vista y tres recursos judiciales no son suficientes. Hace falta un poquito más, aunque otras ciudades estén reformando ya por segunda vez sus campos de fútbol en menos de 15 años. Eso es solo esnobismo. Tampoco es tan importante quedarse sin Mundial: probablemente, a la sufrida Zaragoza le hubiera tocado albergar un grupo con Trinidad y Tobago, Laos, San Marino y Bután. Vaya usted a ver ese pestiño. Y, en última instancia, siempre será mejor que paguemos nosotros el estadio a que nos lo construyan gratis unos señores sospechosos de querer rentabilizar su inversión. ¿Ladran?, luego cabalgamos.
