Las llamas pasan de largo

Cuadrillas de bomberos forestales de Aragón en Los Peiros, sofocando el incendio de San Agustín.
Cuadrillas de bomberos forestales de Aragón en Los Peiros, sofocando el incendio de San Agustín.
Antonio Garcia/Bykofoto

A pesar de las sucesivas olas de calor, este año los meses de canícula han sido benignos para Aragón en cuanto a incendios forestales. El año pasado, tuvimos dos grandes fuegos, el de Ateca en julio y el del Moncayo en agosto, que ellos solos arrasaron casi 20.000 hectáreas. 

En lo que llevamos de 2023, en cambio, el terreno quemado se queda, según los últimos datos del Gobierno de Aragón, en 1.467 hectáreas. Y hasta ahora –crucemos los dedos– no hemos tenido este verano fuegos de grandes proporciones. Y eso que el comienzo del año presagiaba lo peor, con incendios importantes ya en la primavera que hacían temer que la llegada del verano podría ser funesta. Pero de hecho los tres principales incendios de 2023 en tierras aragonesas se produjeron entre marzo y mayo, siendo el de San Agustín, en Teruel, declarado el 23 de marzo, el más importante, con 840 hectáreas quemadas.

Parece ser que las lluvias, tardías y en forma tormentosa, del mes de junio contribuyeron a paliar la sequía y a humedecer la vegetación, haciendo más difícil la propagación de las llamas. Aunque también habrá que reconocer el trabajo de los bomberos y otros profesionales, que han conseguido extinguir en su comienzo la mayor parte de los 248 conatos de incendio que se han producido.

No debemos fiarnos ni olvidarnos de la obligada prudencia, claro está, porque septiembre puede darnos algún disgusto. Pero da la impresión de que después del tremendo 2022, este 2023 puede ser más clemente con los montes aragoneses.

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