Por
  • Ricardo Díez Pellejero

La calva del iceberg

Rueda de prensa del presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales
Rueda de prensa del presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales
EFE

Entre anomalías térmicas, me ha venido a la memoria el lunes de la semana pasada, cuando conducía por tierras alcarreñas y el calor intensísimo trataba de ponerme en un aprieto. 

Sintonicé ‘Ser Deportivos’, que abría su barra libre bajo la dirección de Óscar Egido y la participación de Antonio Romero, Antón Meana, Javier Herráez y Jordi Martí. Ante el único estupor de Martí, Romero hablaba del "espectáculo dantesco" perpetrado por los "ofendiditos" por lo que calificaba como "chorrada" o "gilipollez", afirmando que le daba "todavía más asco que políticos y políticas […] que no diferencian una pelota de fútbol de una bola de petanca se suban al carro para criticar al presidente de la RFEF o para meterse en este tema". Para agrandar la sima de la indignad, puso la carga de la prueba en Hermoso, a quien su cerebro testosterónico denominó en primera instancia "chavala". Ahí está el podcast en la red, para que sientan la beligerancia con la que acusa a quienes discrepan de su opinión de querer colgarse una "medallita" a costa de "la anécdota" y para comprobar que no estaba solo: Meana asistió señalando a Iceta como uno de esos inútiles a la hora de distinguir las bolas de éste u otro deporte, clamando contra el linchamiento público de Rubiales.

Disgustado, cambié la emisora y, poco a poco, hora a hora, noté cómo las ondas iban recogiendo un creciente descontento, los titulares de los diarios iban despejando la ambigüedad inicial para señalar lo que, en el resto del planeta, ya era un clamor.

El viernes, en el informativo de RTVE asistí a una huida hacia adelante de manual, marcada por el ya tradicional sostenerla y no enmendarla, con un Rubiales que se presentó a sí mismo como la víctima de todo esto, poniendo el foco en los damnificados, haciendo de menos a los disidentes; al tiempo que apelaba al bien mayor e indubitable que representan sus tan altas contribuciones.

Lucía la calva sudorosa del iceberg y, y bajo ella, alzándola por encima del ahogamiento, una enorme masa de personas que callando otorgaban, que lo defendían y lo respaldaban, como esos periodistas deportivos... Era viernes y tocaba esperar el fin de esta otra anomalía.

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