Por
  • José Ángel Bergua Amores

Las encuestas vuelven a fallar

El fallo de la mayoría de las encuestas en las elecciones del 23 de julio muestra que es imposible medir con precisión los fenómenos sociales
El fallo de la mayoría de las encuestas en las elecciones del 23 de julio muestra que es imposible medir con precisión los fenómenos sociales
A. Donello

Una vez más, las recientes elecciones han puesto en el foco las encuestas previas demandadas por distintos medios de comunicación y realizadas por otras tantas empresas demoscópicas. A medida que avanzaba el conteo real de los votos y se desinflaban las expectativas que las propias encuestas y los medios de comunicación habían contribuido a generar, algunos tertulianos, al menos en Telemadrid, criticaban la calidad o profesionalidad de los sondeos.

Al hacer este reproche daban por hecho que es posible medir con precisión los fenómenos sociales, actitud muy propia del afán de control que caracteriza a la modernidad desde sus mismos orígenes, pero que la ciencia, en general, nunca ha sido capaz de cumplir. Si la ciencia más poderosa, la Física, reconoce que apenas es capaz de conocer el 5% del universo, es obvio que otras más imperfectas, como las que se ocupan de lo social, están destinadas a ignorar algo más de su realidad. Este problema no se resuelve intentando saber más, sino aceptando la ignorancia. Sin embargo, las élites políticas y los formadores de opinión no están por la labor de exhibir su falta de conocimiento ante las gentes, ya que, si lo hicieran, el poder que les coloca por encima desaparecería al instante.

Por otro lado, la realidad social es también bastante impredecible, no solo porque la ciencia sea limitada, sino por el carácter reflexivo y autopoiético que tiene este particular objeto de estudio en el que también se incluyen las reflexiones de los expertos o tertulianos, las de las gentes y la interacción entre ambas. En efecto, la publicación de una predicción acerca de la intención de voto, interpretada y amplificada por los expertos y opinadores, hará que muchos votantes decidan cambiar su voto bien sumándose al partido ganador, bien pasándose al partido perdedor, lo que alterará el resultado final, por lo que la predicción resultará fallida. Este fenómeno es suficientemente conocido desde que Elizabeth von Neuman estudiara varios vuelcos electorales en Alemania y concluyera que habían sido provocados por los "climas de opinión" generados por, entre otros agentes, los medios de comunicación. Sin embargo, la socióloga alemana propuso localizar con preguntas específicas a esos votantes tan volátiles para prever su movimiento. Hoy cualquier encuesta de calidad se realiza con cuestionarios que incluyen preguntas de esta clase. El problema es que esto tampoco permite predicciones fiables.

En efecto, supongamos que conocemos el efecto exacto que tiene la publicación de la predicción en el trasvase de votos: qué porcentaje pasará al partido vencedor y qué otro al perdedor. El problema es que, si efectuamos el sondeo, calculamos los trasvases y publicamos la predicción no acabaremos con el error, pues induciremos una nueva alteración de la orientación del voto por lo que ésta nos resultará, otra vez, impredecible. Para resultar certeros podemos calcular todas las predicciones que, de ser publicadas, pueden cumplirse y decidir publicar una de ellas. El problema aquí es que la ‘predicción’ que publiquemos para acertar en la estimación final deberá ser falsa y que manipulará el proceso electoral. La paradoja estriba entonces en que resulta imposible hacer coincidir lo publicado con la predicción: si decimos la verdad sabemos que no acertamos en la predicción y si no decimos la verdad entonces sí que acertamos. Dicho de otro modo: si decimos la verdad, mentimos y si mentimos, decimos la verdad.

Estamos ante una paradoja provocada por profecías que se niegan a sí mismas, muy distintas de las profecías que se cumplen a sí mismas. Estas últimas no causan mayores problemas a las élites. Al contrario. De hecho, forman parte de las técnicas que habitualmente utilizan para dar a lo social la forma que desean. En cambio, las profecías que se niegan a sí mismas crean retroalimentaciones negativas que desbaratan cualquier plan. Por cierto, si los virus y bacterias leyeran libros de microbiología, pasaría lo mismo. Afortunadamente no lo hacen.

No estaría mal que nuestros expertos y formadores de opinión contaran estas cosas en sus intervenciones públicas. El problema es que, al dar esa valiosa información, también estarían reconociendo que sus conocimientos y opiniones no tienen el valor que aparentan, así que perderían el prestigio y dinero asociados a lo que dicen o escriben.

Como ven, los fallos de las encuestas son solo el síntoma de un problema mucho mayor.

José Ángel Bergua Amores es catedrático de Sociología

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión