Accesibilidad

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Con la llegada de la democracia a España, una condición “sine qua non” de ella era la accesibilidad de los ciudadanos al poder (por pequeño que fuese). Hasta se pusieron de moda los médicos sin bata (mejor con vaqueros y camisetas negras de “Iron Maiden”), para mejorar la accesibilidad de los pacientes (sic).

Durante toda la historia de la humanidad los grupos poderosos se blindaban de las necesidades de sus súbditos con una gran brecha para que esas necesidades no les llegasen. Era lo que se llamaba estamentos sociales o clases sociales. Era tanta la distancia en riqueza, cultura, palacios y chozas, y modo de vida entre los de arriba y los de abajo, que era imposible saltar esa brecha. Desde el Renacimiento hubo ya más contacto entre clases – dentro de un orden- pero con un rey absoluto, que no tenía que dar cuentas a nadie. El “Antiguo Régimen”.

Tras la Revolución Francesa, el absolutismo – aunque a duras penas- fue siendo sustituido por regímenes parlamentarios que fueron minando el poder de los reyes hasta dejarlos como meras figuras decorativas. Más tarde Marx y Engels estudiaron a fondo los abismos sociales, y Lenin acabó con ellos en Rusia (1917)… salvo sus privilegios. Porque los soviets implantaron nuevas jerarquías que siguieron siendo tan inaccesibles como las de la Rusia zarista. Stalin fue en realidad un rey absoluto. La Guerra Fría obligó -de alguna manera -, a las naciones occidentales a un capitalismo de mayor justicia social. Pero la represión comunista del partido único solo acabó con la caída del Telón de Acero (1990).

Pero llegó el capitalismo sin barreras. Sin el más mínimo sentido social. Y ya ha venido apareciendo en los últimos tiempos un afianzamiento de cualquier cúpula política o social, que han estado bien acorazadas con la llegada de las nuevas tecnologías. En los móviles (y algunos fijos) aparecían en la pantalla los números que llamaban, por lo que podían no atenderse si estos no eran conocidos. Cada vez se crearon mas puestos intermedios entre ciudadanos y cualquier “carguete”. Todos se blindaron por medio de los contestadores automáticos, con lo cual se daba el caso de que nunca se podía hablar con quien se deseaba.

Y esto se generalizó. No se puede comunicar mas que con “emojis”, OK, y mensajes cortos. Difícil es que se coja el móvil a la primera. Siempre pendiente de la contestación. No se sabe ya si es por falta de educación, que no quieren saber nada o que no se han enterado.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Mateos)

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