Las muertes atribuibles al calor en Aragón suman 37 desde el 1 de junio hasta el pasado martes, una cifra sensiblemente inferior a la registrada en el mismo periodo del año 2022 (121). Así se desprende de la última estimación disponible en el panel de monitorización de la mortalidad diaria por todas las causas (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III (dependiente del Ministerio de Sanidad).

Más allá del aumento o reducción del número de muertos por el calor, que depende de los episodios de temperaturas extremas, está claro que la amplitud en la cantidad y extensión de las olas abrasadoras tiene un impacto sobre la salud de la población. El planeta se calienta debido a los gases de efecto invernadero que provoca la acción del ser humano, de manera que las víctimas asociadas a la meteorología extrema también aumentan, lo que obliga a todos los países a tomar medidas para frenar el cambio climático.

Tal y como advierten los cálculos estadísticos del Instituto de Salud Carlos III, los decesos en Aragón afectan bastante en el grupo de edad de los mayores de 65 años y, sobre todo, a partir de los 85. A esta franja corresponderían, de hecho, 26 fallecimientos por las temperaturas extremas. Esta circunstancia lleva a las autoridades sanitarias a reiterar su mensaje de que se preste especial atención a los más vulnerables, como personas mayores, menores y quienes sufren patologías crónicas.

Todas las administraciones, desde las internacionales a las locales, deben activar acciones de adaptación de los espacios públicos y privados a las nuevas condiciones climáticas, que los científicos anuncian que serán más extremas. Para empezar, el urbanismo de las ciudades tiene que acelerar la incorporación de esta realidad en su planificación creando zonas de sombra, procurando lugares frescos o recuperando las fuentes públicas.