Por
  • Fernando Sanmartín

Paseos

La vista del monumento al Justicia, en la plaza de Aragón de Zaragoza, 'enmarcada' por las paradas del tranvía.
Paseos
José Miguel Marco

Hay muchas clínicas veterinarias. Paso a veces junto a una, cerca de casa, y veo el cariño con el que hombres y mujeres llevan a sus animales, aquejados de artrosis, taquicardias o una fractura que exige operar con urgencia. Ese cariño, no es broma, me emociona.

Por contra, pienso que alguno debería entrar en una de esas clínicas y decir en voz alta: "He comenzado a ladrar, ¿pueden chequearme?".

Camino también junto a una famosa discoteca y recuerdo cómo sufrieron esos negocios con el coronavirus, qué duro fue. Y en aquellos momentos difíciles escuché a Pedro Trapote, dueño de la sala Joy Eslava y de la antigua Pachá, con todo cerrado, hablar como un experto futurólogo: "Ligar en las discotecas no vive hoy un final. Volveremos". Parecía el general MacArthur en las Filipinas.

Piso dos librerías, a las que hay que ir como vamos al verdulero o a comprar almendras, y está el libro de Rodrigo Rato, ‘Hasta aquí hemos llegado’, que contiene frases tibetanas ("fueron las dificultades del caso Bankia las que me hicieron ser constante en la práctica de la meditación"), junto a citas de Homero, Heráclito y Lenin, casi nada, explicable todo, supongo, porque entrar en la prisión de Soto del Real para quien frecuentaba hoteles de seis estrellas debe ser como ir a Marte. Pero el libro de Rato, igual que otros similares, me parece globo de feria. Se eleva unos instantes y después desaparece. Observo, además, que su título es el mismo que en el año 2006 utilizó el periodista Enrique Meneses para sus memorias, unas páginas que son, estas sí y no exagero, excelentes.

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