Sánchez y sus ganas de debatir cara a cara
El presidente Sánchez quiere pasarse seis lunes seguidos debatiendo compulsivamene con Núñez Feijóo, que de momento acepta un encuentro. Le ha entrado a Sánchez una especie de bulimia dialéctica, que le ahorraría mítines a cuarenta grados y, según cree, le permitiría mostrar su superioridad oratoria frente a Feijóo, aunque solo fuera por agotamiento.
Tras los resultados del 28/M, Sánchez parte como perdedor y eso explica que quiera debatir como si no hubiera un mañana. Tradicionalmente, es el aspirante quien arriesga; el que se siente ganador evita exponerse y cometer errores. Por esta razón, Pablo Casado propuso a Sánchez en 2019 dos debates cara a cara y el presidente se negó.
Y por eso suena tan novedosa la cerrada defensa de los debates a dos que hace hoy Sánchez, sin que le importe enfadar a Yolanda Díaz y a Santiago Abascal. La única vez que Sánchez ha confrontado con un rival -Rajoy- a solas fue en 2015, en un bronco enfrentamiento, en que se acusaron de indecencia y ruindad. En las dos citas electorales de 2019, Sánchez no encontró los motivos urgentes que hoy alega para retar a Feijóo. Al revés, se empeñó en que a los contendientes del debate pactado -Casado, por el PP; Rivera, por Ciudadanos; Iglesias, por Podemos, y él, por el PSOE-, se uniera Santiago Abascal, por Vox, aunque no tenía representación parlamentaria. Sánchez se lamentó entonces: "Debatir con la extrema derecha habría sido mejor para confrontar ideas". Ahora ha cambiado (otra vez) de idea.
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