La no obra de Casetas

Obras en la plaza José Lasheras de Casetas
Obras en la plaza José Lasheras de Casetas
Alcaldía de Casetas

En Málaga vi un semáforo que hace ruidos de Chiquito de la Calzada y un parque en el paseo de la Playa de la Misericordia que en verano se convierte en una gigante atracción acuática gratuita para niños. 

A mí, que me crié en Casetas, siempre me han parecido verdaderamente excepcionales los servicios públicos gratuitos hechos para el divertimento y que además apuestan por una estética cuidada. Mi infancia son recuerdos, que escribía Machado, y le corto yo para hablar del parque Ricardo Mur, que en los noventa aportaba un tobogán de hierro, recto, sin adornos, a veces con una manita de pintura verde, útil y feísta. Pero al menos se podía usar. No pasa eso ahora en todos los parques de Casetas, inaugurando los vecinos un término que parecía imposible si ya no se había alcanzado en el ladrillazo o el Plan E, y que se ha bautizado como la ‘no obra’. La cosa viene de dos meses atrás, y sigue a fecha de la escritura de esta columna afectando al parque de la plaza Joaquín Costa. Allí se ha vallado oportunamente el recinto infantil en tono de expectativa: las vallas son de buena calidad, con grandes ladrillos de hormigón para evitar sacudidas del viento; unas vallas que cierran una promesa en Casetas pero que bien servirían para Guantánamo. Y dentro, el parque, con sus jardineras destrozadas quizá por las raíces, los árboles ladeados y a punto del desmayo, y las semanas pasando, y la obra negándose.

Las fotografías compartidas por los vecinos dan a la ‘no obra’ un punto Chernóbil por aquello de observarse un parque infantil aparentemente apto para las criaturas pero congelado a la espera de algo: una intervención municipal o el fin de una radiación mortal. Hay, de hecho, cierto riesgo para la salud pues, según denuncian, los pinos del parque son un nido de procesionarias cuya eclosión larvaria se da tras 30 o 40 días desde la puesta de los huevos. Esto, si se ha de celebrar algo, supone que una generación de orugas ya va a poder contar a la otra que antes aquello era un parque en movimiento. ¿Y el futuro? El tiempo en Casetas, si se habla de dignidad con los vecinos, transcurre de una forma mucho menos cíclica que las larvas y aun así, predecible. Casi siempre hay que esperar, como si las cosas no pudieran ser de otra forma; y no se dice paciencia, se dice frustración.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Juanma Fernández)

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