Coronas y carruajes

Coronación de Carlos III del Reino Unido en la Abadía de Westminster
Coronación de Carlos III del Reino Unido en la Abadía de Westminster
CLODAGH KILCOYNE

Hay que ver lo agudicos que son los británicos. Históricamente el pueblo con mayos vis comercial, y a la postre, imperial. Aunque ese imperio esté ya hecho jirones, y ya no quede más que una comunidad de naciones, la Commonwealth, que mantiene el orgullo de ser y haber sido, de alguna manera, británicos. 

No hay más que recordar el empaque con el que los abanderados de cada país portaban su enseña al recorrer el pasillo central de la gótica abadía de Westminster, desde el portón hasta casi el ábside.

La coronación y los carruajes de España y el Reino Unido también son todo un símbolo, como la Commonwealth y el concepto de Hispanidad. Un símbolo de cómo se concibe la Monarquía en una y otra nación. Por supuesto que ningún país ha tenido tanta tradición y continuidad - la Monarquía inglesa sólo se vio interrumpida durante la dictadura de Oliver Cromwell (siglo XVII), tras la decapitación de Carlos I Estuardo – como la Gran Bretaña, pero eso no quita la dejación y el devenir histórico de la Monarquía española. No hay más que ver la pompa y circunstancia con la que ciñó su testa en el momento de su coronación el nuevo rey, Carlos III, con la corona casi milenaria de San Eduardo el Confesor. Una corona cargada de enormes piedras preciosas, que obligaban al ya talludito monarca a cambiarla presto por la más ligera del Estado Imperial.

En España sin embargo, no existe coronación. Felipe VI sólo se proclamó, teniendo delante la corona y el cetro, que se exponen en el Palacio Real. Ese alarde de sencillez se completa con los automóviles con los que hicieron sus recorridos los Reyes de España. Bien lejos de los dos carruajes de Londres. Desde Buckigham hasta Westminster, el rey iba en un carruaje de aluminio negro, mientras que a la vuelta, ya coronado, descansaba (es un decir) en la espectacularmente dorada carroza que utilizó por primera vez en 1763 el longevo Jorge III, el llamado “rey loco”, por la porfiria de orina colorada.

Lo mismo sucede con lo que ha quedado de los imperios inglés y español. Mientras que el primero quiere conservar las glorias del pasado, nosotros nos avergonzamos de ellas. Cuando las colonias americanas se emanciparon de la metrópoli, desde 1824 quedó en ellas una adhesión sentimental y espiritual hacia España, más por parte de indígenas y mestizos que por los criollos, contrariamente a lo que se ha divulgado. Adhesión y hasta cariño, que se ve en nuestros días, a pesar de muchos mandatarios. La Hispanidad.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis Mateos)

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