¡Y tan cerca de Cataluña!

La sala capitular del monasterio de Sijena según dibujo de Valentín Carderera.
La sala capitular del monasterio de Sijena según dibujo de Valentín Carderera.
HERALDO

El título de este artículo evoca la conocida cita de Porfirio Díaz, presidente de Méjico a finales del siglo XIX y comienzos del XX: "¡Pobre Méjico, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos!".

Lo que el presidente Díaz trataba de poner de manifiesto con una frase tan lapidaria no era sino enfatizar cómo la política estadounidense, así como la que sus principales actores económicos practicaban de forma ininterrumpida, era una estrategia que limitaba el desarrollo económico de Méjico. Algo parecido podría estar ocurriendo por estas tierras, de ahí que podamos decir también, ¡pobre Aragón, tan lejos de Dios y tan cerca de Cataluña!

Puede parecer surrealista trasladar la cita al caso aragonés, pero la multiplicidad de proyectos de desarrollo para nuestra región que han sido abiertamente rechazados por el nacionalismo (ahora llamado independentismo), cuyo correlato es, además, la minusvaloración de los demás, motiva, cuando menos, que consideremos esta posibilidad. No se trata de enturbiar las imprescindibles relaciones entre dos regiones limítrofes, sino de valorar, para obrar en consecuencia, las implicaciones que supone contar con el sempiterno veto de los principales actores político-económicos del nacionalismo catalán cuando se trata de apostar por proyectos que puedan impulsar de forma crítica el desarrollo de Aragón. Conocer el perfil de las resistencias a vencer es el mejor antídoto para que futuros proyectos de inversión puedan ver la luz en Aragón.

El nacionalismo catalán se empeña en ocasiones en hacer fracasar proyectos que
redundarían en beneficio del desarrollo aragonés

La cuestión objeto de discusión en estas líneas conecta con la propia lealtad constitucional; de quienes rechazan un proyecto común de convivencia difícilmente podrá esperarse una estrategia de desarrollo que busque el bien general. De hecho, esta vocación o tendencia económico-política tiene como ‘leitmotiv’ mantener la brecha de desarrollo entre regiones, aun a costa de limitar el crecimiento económico de la propia Cataluña. No se trata de que en Cataluña se articule un discurso que prefiera que se invierta primero en ella y después en las demás regiones, sino de interferir para que proyectos de inversión que estiman que podrían poner en entredicho la hegemonía económica de Cataluña nunca se lleven a cabo. Algo así como hacer de perro del hortelano.

La fallida candidatura a los Juegos Olímpicos, en la que Aragón representaba un papel muy secundario, inexplicable desde el punto de vista de las infraestructuras invernales; la oposición a la construcción del tramo Zaragoza-Valencia del eje Cantábrico-Mediterráneo, que dinamizaría el conjunto del valle del Ebro, Tarragona incluida; por no hablar del corredor central, cuya viabilidad y bondades técnicas están fuera de discusión, más allá de romper el peligroso duopolio Irún-La Junquera… son algunos ejemplos de que o bien persiguen limitar el desarrollo de Aragón o bien nos otorgan un mero papel de comparsa. El pleito con los bienes artísticos de Sijena dejaría perplejo a cualquier ciudadano, pero es real.

Por eso, adaptando la frase de Porfirio Díaz, cabe decir, ¡pobre Aragón, tan lejos de Dios y tan cerca de Cataluña!

Aragón cuenta con una población pequeña y envejecida, lo que redunda en un escaso peso parlamentario en las Cortes Generales, y las proyecciones demográficas no indican que nuestra capacidad negociadora vaya a mejorar en los próximos tiempos. Sin embargo, nuestra región es aún lo suficientemente dinámica para atraer grandes proyectos de inversión. Disponemos de factores favorables, como la cualificación de los profesionales, la situación geográfica, la base industrial, las comunicaciones… elementos que sin duda han de contribuir a nuestro desarrollo. Pero para que la atracción de inversiones de envergadura siga siendo una realidad, debemos conocer bien, para tratar de contrarrestar, la acción de sutiles e inverosímiles adversarios que se empeñan en lastrar nuestro desarrollo.

Asumamos esta realidad y trabajemos en consecuencia, porque nosotros también tenemos margen de mejora. Cooperemos y evitemos polémicas estériles, seleccionemos representantes con peso específico capaces de vencer el peso político que en términos demográficos nos corresponde; seamos más eficientes y eficaces. Teniendo en cuenta el contexto, sencillamente no podemos permitirnos lo contrario, ni el silencio ni el conformismo ni el abandono.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por José Luis de Arce)

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