Por
  • Aurelio Viñas Escuer

Nuestra democracia

Nuestra democracia
Nuestra democracia
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El hecho de ser español y haber llegado a viejo (93 años) me ha permitido vivir las diferentes formas de gobernación del Estado. Viví en mis primeros meses los estertores del reinado del nefasto Alfonso XIII. 

Las elecciones municipales de 1931, ganadas por los republicanos en las principales ciudades, le obligaron a salir de España para no volver. La huida del rey dejó un vacío de poder aprovechado por sus adversarios para proclamar la Segunda República el 14 de abril, bajo la presidencia de Niceto Alcalá Zamora, al que el cargo le vino un poco grande. Algo parecido le ocurriría luego a Manuel Azaña.

De aquella República tengo muy vagos recuerdos. Acaso el más positivo fue el establecimiento de lo que se llamó pomposamente ‘Patronato Nacional de Misiones Pedagógicas’, que trajo a la escuela de mi pueblo, Anzánigo, una importante colección de libros.

Uno de los hechos negativos que recuerdo de la República fue el cambio de bandera, añadiendo una franja morada a la roja y gualda, que había dado lugar a la copla: "Colores de sangre y oro / son los de nuestra bandera / No hay oro para comprarla / ni sangre para vencerla". Muchos a los que no agradó el cambio de bandera improvisaron otra que decía: "Me está jodiendo el morado / que está junto al amarillo / debajo del colorado".

Después de estos tejemanejes, estalló la sangrienta Guerra Civil de 1936, que se venía incubando tiempo atrás. Los que, siendo todavía niños, vivimos los desmanes de aquella guerra somos ya nonagenarios y preferimos el olvido a los recuerdos. No obstante, a quienes busquen información sobre aquella contienda les recomiendo el libro ‘Una historia de la Guerra Civil que no va a gustar a nadie’, de Juan Eslava Galán, editado por primera vez en abril de 2005.

Más de noventa años de vida permiten haber conocido de primera mano la evolución política de España desde el final del reinado de Alfonso XIII hasta la democracia

La guerra llevó a ser dueño de la situación al general Francisco Franco Bahamonde, apreciado por la mitad de los españoles, que lo denominaron el Caudillo y el Generalísimo, y detestado por la otra mitad. No era hombre de gran cultura, como demuestran los dos libros que escribió, ‘Raza’ y ‘Diario de una bandera’. El primero es algo así como el anecdotario para una película. El segundo, publicado en 1922, está basado en la guerra que en de Marruecos.

Franco era hombre de carácter sombrío y poco comunicativo, de poca formación económica y escasos conocimientos científicos. En cambio, poseía una gran astucia que le permitió rodearse de buenos colaboradores a los que fichaba y despedía sin previo aviso. Lo más difícil para él debió de ser designar un sucesor, pues no era monárquico ni republicano, ya que detestaba ambas tendencias. Por fin optó por la monarquía. Seguramente lo hizo como ‘mal menor', dado que los reyes actuales reinan, pero no gobiernan.

¿Y después? Dadas las corrientes políticas que predominan en Europa, se pasó abiertamente a la democracia, que es "la doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno". O bien "el predominio del pueblo en el gobierno de una nación o país". Son definiciones sacadas de los diccionarios. Unas elecciones generales cada cuatro años nos lo recuerdan, lo que no impide amasar el barro entre unas y otras. Así hemos visto cómo se fraccionaba España en diecisiete comunidades autónomas y en un montón de partidos en los que cada uno va a lo suyo, con más discordias que diálogos y más insultos que armonías. ¿Es esto una democracia?

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