Por
  • Víctor Juan

Ricardo Lapetra

Ricardo y Carlos Lapetra, con la camiseta del Guadalajara.
Ricardo y Carlos Lapetra
HERALDO

Un grupo de 51 zaragocistas, reunidos en el sello La Ventolera, sufragamos la edición de ‘El rugido que no cesa. Álbum de fotografías de José Luis Violeta’, un librito que no se puede comprar. Solo se puede regalar. Desde que la imprenta nos entregó los álbumes, he llevado dos en el bolso para regalárselos a dos personas. 

Un ejemplar ya está en manos de su destinatario: Ricardo Lapetra. Sabía que cualquier día lo encontraría sentado en un banco del parque de Huesca, junto a la fuente del 8 de Marzo, tomando el sol o conversando con alguno de los muchos amigos que tiene en la ciudad. Me senté con él. Como es un hombre culto, generoso y de amable conversación en la que proyecta la lucidez de sus ochenta y seis años, pasamos una hora muy agradable. Se emocionó tanto con la primera foto del álbum, que me dijo que prefería ver el resto en su casa. Hablamos del presente y del pasado del Huesca y del Zaragoza, y recordamos una maravillosa anécdota. Los domingos de partido, su hermano Carlos y él iban a la primera misa que se oficiaba en la catedral. Su madre hacía pronto la comida. Luego, cogían un coche que siempre conducía Carlos. En Almudévar se les unía un primo suyo. Encendían tres Montecristos para hacer más ameno el viaje. Aparcaban en La Romareda. El primo se iba a su localidad y los hermanos Lapetra Coarasa al vestuario. Allí Luis Belló, entrenador del Zaragoza de Los Magníficos, les repetía la única estrategia que aquellos jugadores necesitaban para hacer de cada tarde una tarde de gloria zaragocista: Salgan ahí y sean felices.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión