Los quintos de la cultura

El ministro Miquel Iceta, con un ejemplar del Bono Cultural Joven en la mano.
El ministro de Cultura, Miquel Iceta, promocionando el bono joven.
Enric Fontcuberta/Efe

Lo mejor del bono joven que se implantó el año pasado y que esta semana hemos sabido que volverá a ofrecerse es que remarca la entrada en la edad adulta de los españoles con un regalo para disfrutar de productos y actividades culturales, y el tránsito ya no queda asociado (únicamente) a irse de fiesta en compañía de otros coetáneos.

Los cerca de 280.000 beneficiarios correspondientes a 2022 están todavía gastando sus 400 euros, se supone que principalmente en aprovisionarse de manga y videojuegos, pero no solamente; también, por ejemplo, comprando entradas para unos festivales de música adaptados a sus gustos que van a llenar durante este próximo verano.

La idea de esta ayuda directa para los jóvenes e indirecta para las empresas del sector vino de fuera, de Francia e Italia. Su implantación aquí no ha sido del todo exitosa. La recibieron al final solamente cuatro de cada diez de los posibles beneficiarios, los cuales, antes, debieron introducirse en otra de las experiencias (comunes y penosas) que son propias de la edad adulta: la pelea con la Administración, con unos procesos burocráticos insufribles aunque sean en línea, que han resultado desalentadores también para unos cuantos de estos nativos digitales. 

Ojalá, tal y como se cree, este haya sido el motivo principal para la desafección (porque ahora podrá corregirse), unido al desconocimiento de algo que se hacía por primera vez, y no la ausencia de interés hacia el consumo cultural incluso cuando te sale gratis.

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