Los cantautores facturan

Bob Dylan, durante un concierto en Tel Aviv en 2011.
Bob Dylan, durante un concierto en Tel Aviv.
EFE

Lo de Robert Allen Zimmerman, que vuelve a hacer tres o cuatro conciertos cada semana (12 en 17 días a su paso por España en junio, con escala en Huesca y entradas que llegan a superar los 200 euros), lo explica el amor al oficio, pero quizá también algo la avaricia, suya o de su entorno.

Bob Dylan estuvo de gira interminable –así la nombró– desde 1998 hasta que lo detuvo la pandemia y anda otra vez en la carretera, manteniendo tal ritmo, cuando está a punto de cumplir 82 años.

La novedad respecto a anteriores visitas está en el precio de los ‘tickets’, incomparablemente más alto. Pero es que así se han puesto las cosas en la música llamada popular cuando se trata de las estrellas. Salvo contadas excepciones, ahora los principales cantautores facturan, y a base de bien, pero también los rockeros, los raperos, los que practican los sonidos que caben bajo la etiqueta de urbanos… 

Ellos, quienes llevan sus carreras, otras empresas intermediarias o todos en comandita no han tenido empacho en subir el precio de sus espectáculos e ir llenándolos de repelentes zonas VIP, de comodidades y otros privilegios según cuánto se haya dejado al paso por taquilla. Mientras seguían cantando a la comunión entre las personas, la desinhibición y la libertad, y algunos hasta contra el capitalismo, han puesto fin al disfrute en comunidad, sin barreras entre individuos, que se suponía a estos espectáculos multitudinarios.

Para recuperar esta experiencia hay que olvidarse de los astros y volver al refugio de las salas, siempre más humanas en gestión y dimensiones. O, si lo que se quiere es ver a los más grandes a precios razonables, elegir la música culta; por ejemplo, en un Auditorio de Zaragoza donde una y otra vez repiten varios de los mejores solistas y orquestas del mundo. Lo que tanto se tildaba de elitista se ha ido democratizando, subvenciones mediante, al tiempo que aquellos otros intérpretes perdían su esencia.

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