Por
  • Ángel Garcés Sanagustín

Trenes

Trenes
Trenes
Heraldo

Desde hace casi dos siglos, la historia de un país se puede contar a través de sus trenes. A veces, es necesario recordar la historia del ferrocarril para no perder de nuevo el tren de la Historia.

Se dice que la primera línea ferroviaria que se construyó en el reino de España fue la que unía a Barcelona con Mataró, para mayor gloria económica de la burguesía catalana. Pero no es así, el primer tren que se inauguró fue el que cubría el trayecto La Habana-Güines. Puede resultar sorprendente, pero no lo es tanto, que las colonias se adelantaran a la metrópoli. Ya querría Cuba tener en la actualidad la libertad y la iniciativa empresarial de la que gozaron los indianos.

La monarquía española ha descarrilado con excesiva frecuencia por culpa de algunos turbios asuntos relacionados con los trenes. Desde la madre de Isabel II al padre de Felipe VI, las comisiones giradas en torno al tráfico ferroviario han lastrado a la Corona. De la Ceca a la Meca, nunca mejor dicho. Aunque en el caso de La Meca, la supuesta intervención del rey emérito ha propiciado unos copiosos ingresos a nuestro erario. Si nos remontamos de nuevo a los orígenes, cabe recordar que la primera línea construida en Madrid unió la capital con la residencia real de Aranjuez, donde Isabel II llevaba a sus “leales” en el ejercicio de sus deslealtades conyugales.

La tendencia al particularismo de nuestro país, que se alejaba paulatinamente del convoy europeo, se demostró en el ancho anómalo de la vía, constituyendo una primigenia manifestación de lo que hoy podríamos denominar la excepción ibérica.

Como en tantos otros ámbitos, el auténtico creador de un potente sector público ferroviario fue Franco, que unificó casi todas las compañías existentes en una única empresa estatal, Renfe, en 1941. Como ocurrirá con otros sectores claves y estratégicos de la actividad económica, durante la autocracia se fundaron grandes empresas públicas, que actuaban en muchas ocasiones en régimen de monopolio.

En los noventa, los gobiernos socialistas, con la excusa de la liberalización económica que requería Europa, propiciaron la privatización de muchas de esas empresas públicas, lo que nunca nos exigió la Unión Europea. Una cosa es permitir la libre competencia y otra muy distinta es que esta sólo pueda hacerse por empresas privadas.

La red de infraestructuras ferroviarias nos sigue demostrando que no se ha superado el concepto secular de la España radial. Resulta curioso comprobar que se llega antes a Valencia desde Zaragoza si se pasa previamente por la capital de España. Y el “canfranero” representa, como ningún otro trayecto ferroviario, el secular olvido de una parte del territorio por nuestros poderes públicos, agravado en este caso por la inveterada animosidad del país vecino.

También es manifiesto que la descentralización no resuelve todos los problemas, como podemos comprobar en el caso de la gestión de Rodalies de Catalunya, una de las marcas comerciales que acumula más quejas de los usuarios. Estos trenes de cercanías funcionan peor desde que son gestionados por la reivindicativa proximidad, tal como se demostró hace poco, cuando un choque entre dos convoyes puso de manifiesto sus carencias.

Hoy, los trenes recién adquiridos no caben por los túneles, lo que supone una curiosa metáfora del Estado de Derecho, en el que el desproporcionado gálibo de muchas normas no cabe por el túnel de la Constitución. La mejor norma no es la que reconoce más derechos, sino aquella que permite a estos alcanzar el final del trayecto.

En cualquier caso, debemos estar tranquilos. Aunque el actual maquinista sea llamado, en plena curva, por el interventor desde Rabat, España no va a descarrilar. Y no nos saldremos de la vía porque la mayoría de los ciudadanos españoles somos como los miles de modestos ferroviarios que, históricamente, han contribuido a vertebrar un país como el nuestro, operado de varias hernias discales.

En mi primer viaje en tren llegué a la zaragozana estación de Campo Sepulcro. Me pareció inmensa. Qué traicionera es la memoria.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión