Por
  • Vicente Pinilla

Castillos de fuego

Ignacio Martínez de Pisón ha escrito la novela más ambiciosa de su carrera.
Ignacio Martínez de Pisón ha escrito la novela más ambiciosa de su carrera.
Guillermo Mestre.

Venimos de tiempos atroces. Acabo de terminar de leer la espectacular novela de Ignacio Martínez de Pisón ‘Castillos de fuego’ y estremece el fresco que nos ofrece del Madrid de los años inmediatos al fin de la guerra. 

Conmueve el dolor de los que han perdido absurdamente a sus seres más queridos, la zozobra de esas mujeres cuyos hijos, hermanos o maridos han sido ejecutados. Asombra la ilusión de quienes piensan que el futuro está abierto, que la guerra europea va a cambiar todo y por ello depositan, ingenuamente, sus esperanzas en el triunfo de las democracias. Desconcierta la fe de los jóvenes comunistas que igual siguen combatiendo, entregando sus vidas para acabar con la dictadura, que son capaces de ejecutar a un compañero absurdamente acusado por el partido, que siempre tiene razón, de desviacionismo o lo que es peor, de colaborar con el régimen. Asquean los vencedores que hacen de la venganza o del robo la razón de su existencia; o los que para salvarse son capaces de convertirse en implacables perseguidores de sus antiguos camaradas. Todas esas vidas y muchas más cabían en ese mundo asqueroso, en el que miles de personas fueron fusiladas después de la guerra; un mundo terrible de vencedores y vencidos. Somos afortunados de que nuestra sociedad haya cambiado tanto, de que podamos ver con distancia y frialdad los rifirrafes entre dirigentes políticos que, afortunadamente, son ya solos verbales. Y mirando lejos, comprobamos que somos auténticos privilegiados, porque esos mundos atroces siguen existiendo no tan lejos de nosotros.

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