Por
  • Katia Fach Gómez

El parque animado

El parque animado
El parque animado
Heraldo

El parque de debajo de mi casa da para mucho. En un artículo publicado recientemente en HERALDO, aludía a un adulto que usaba día tras día los columpios de la zona infantil. 

Aunque el tiempo ha pasado, ese "misterio cotidiano" persiste y el adulto sigue balanceándose regularmente y con ahínco en los columpios. Ahora tengo que añadir otra novedad más a la idiosincrasia de mi querido parque: en él también hay ‘influencers’ en acto de servicio.

Yo, que soy usuaria del parque Bruil desde hace cuatro décadas, pensaba que ya lo había visto todo allí: el cuartel de sementales, el oso enjaulado, las peleas entre bandas callejeras, el concierto de Leticia Sabater…, instalaciones y sucesos que bien podrían inspirar una novela multigénero. Sin embargo, el otro día comprobé que aún hay margen para la sorpresa. Iniciaba yo mi ronda de actividades deportivas al aire libre cuando cerca de mí se situó un joven bien plantado que comenzó a extraer ‘gadgets’ de su mochila. Inicialmente supuse que se trataba de un operario municipal encargado de realizar algún tipo de análisis o de medición. No obstante, la autocolocación y posterior encendido de un rosconcete luminoso a la altura de la cara del interfecto me hizo concluir que, en realidad, me hallaba ante un ser de luz –literalmente–, ante un afortunado que estaba ejerciendo la profesión que parece ser la más deseada por los españoles: ‘influencer’.

El particular mapamundi sobre el trabajo más ambicionado en cada país
indica que en España queremos ser ‘influencers’, como en nueve países latinoamericanos, Jordania y Kuwait

La prensa nacional se ha hecho eco recientemente de la información publicada por una empresa de envío de divisas acerca de cuál es el trabajo más ambicionado en cada país del mundo. Aunque tengo alguna duda sobre la fiabilidad del estudio (¿por qué las profesiones más buscadas en Google son las más deseadas?, ¿no es posible informarse sobre profesiones detestables? o, simplemente, ¿no es posible discrepar de los rankings que nos muestra Google?), estos son algunos de sus llamativos resultados: mientras que en Estados Unidos, Canadá y Australia se decantan por ser pilotos, en el norte y este de Europa y en diversas zonas de África aspiran a ser escritores. En Alemania se prioriza ser profesor, y turcos y austríacos desean ser actores. Seis países latinoamericanos, así como los tunecinos, checos y eslovacos apuestan por ser ‘youtubers’. Junto con nueve países latinoamericanos, Jordania y Kuwait, este particular mapamundi indica que en España queremos ser ‘influencers’; o, prescindiendo del anglicismo, en España queremos ser influentes, influenciadores o influidores.

Según la Fundación del Español Urgente (Fundéu), el influente es aquella persona "con conocimiento, prestigio y presencia en determinados ámbitos en los que sus opiniones pueden influir". Tras mi encuentro con el influidor del parque Bruil, vi un vídeo con decenas de ‘influencers’ chinas tiradas –también literalmente– debajo de un puente. Parece ser que las jóvenes se desplazan hasta barrios ricos, porque su geolocalización influye en quiénes van a ser sus espectadores y, en consecuencia, incide en la cuantía de sus ingresos. Curiosamente, el estudio antes referido no indica que la población china desee ser influente, sino nutricionista. ¿Será que todas las chicas de debajo del puente están, en realidad, informando en sus redes sobre las bondades de los huevos centenarios chinos?

Regresando al influenciador del parque zaragozano, este gesticulaba y sonreía alegremente frente al trípode que sostenía su teléfono móvil. Desprendía optimismo y autoconfianza. Visto el hacinamiento, el bullicio incesante, la nocturnidad y las inclemencias climatológicas a las que se enfrentan las ‘influencers’ chinas; mi parque, un parque de los de toda la vida en una apacible ciudad de provincias, me pareció una auténtica bicoca para el universo de los influenciadores. Con el solcillo, las palomas, los árboles singulares y los perretes, este nuevo hombre del parque puede acabar siendo un auténtico Faro de Alejandría para sus ‘followers’. Una vez afianzado su primer millón de seguidores, me permito sugerirle un fantástico golpe de efecto: interactuar con el hombre primigenio del parque, el de los columpios.

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