Por
  • Ana María García Terrel

Héroes no tan anónimos

INAUGURACION DEL MEMORIAL FOSA COMUN / LOS SITIOS DE ZARAGOZA / 21/02/2023 / FOTO : OLIVER DUCH[[[FOTOGRAFOS]]]
Héroes no tan anónimos
Oliver Duch

La reciente inauguración del monumento a los héroes anónimos caídos durante Los Sitios me ofrece la ocasión para dar a conocer las circunstancias y la personalidad de algunos vecinos de Zaragoza, gente del pueblo que defendió la ciudad y que no tenía la categoría de personajes conocidos como Palafox, el padre Sas o las heroínas del Portillo. 

Mi estudio de los fondos documentales del barrio y la parroquia de Santa Engracia ha sido fundamental para conocer este tema, si bien aquí por cuestión de espacio solamente reflejaré algunos ejemplos.

Datan de 1814 un buen número de documentos destinados a inscribir las partidas de defunción que no pudieron presentarse en el momento de la muerte a causa del desorden que trajo la guerra. Estos expedientes aluden a feligreses caídos en la defensa y a otras personas que murieron en este terreno. En 1813, el Ayuntamiento ya requirió informes de los fallecidos a los eclesiásticos para repartirles cierto emolumento. Poco después una real orden de 1817 insistía en beneficiar a las viudas cuyos maridos fallecieron ‘en función de guerra’. Finalmente, en 1819, un real decreto de Fernando VII dado en el Alcázar de Sevilla ordenaba para honrar a los zaragozanos "que a las viudas y huérfanos de los que hubiesen fallecido en la defensa se les concediese una pensión proporcionada a su clase y circunstancia". Se precisaba, eso sí, tomar declaración a la viuda, pero para autentificar sus afirmaciones se exigían junto al suyo testimonios de vecinos, espectadores de primera fila.

He seleccionado algunos casos. La primera declaración es de 27 de julio, o sea, en los comienzos del Primer Sitio. Ventura Juste cuenta cómo su marido Jacinto Rodríguez cayó con las armas en la mano frente a la Torre del Pino. Un balazo le alcanzó a las 5 de la mañana y fue enterrado en el claustro de Santa Engracia (aún no destruido). Llevaba cinco años casado y tenía dos hijos. Era feligrés de San Pablo. Un hermano suyo cuenta que ambos "estaban dispuestos para trabajar como albañiles en las casas de don José Palafox".

Elena Jarque cuenta que su marido Manuel Sánchez murió en la defensa de la Puerta de Santa Engracia y no se pudo recoger el cadáver. Era aguador y fue alcanzado por una bala. Dos labradores vecinos suyos afirman que vieron cómo los franceses lo pisaban y pasaban por encima.

Josefa Andrés cuenta que a su marido Bernabé Cabal, aguador que era de las monjas de Jerusalén, lo mataron degollándolo en la calle Santa Engracia (embrión del actual Independencia), y después de haberle robado lo arrojaron al Huerva.

Algunos documentos nos permiten conocer detalles y circunstancias de los zaragozanos de a pie que lucharon y murieron durante la gesta de Los Sitios

Josefa Burgaleta, de Tudela e hija de un patrón de barco, declara la muerte de su marido Juan Antonio Ortigosa, nacido en Torrellas, de 45 años, puntero de barcos, ambos residentes en las casas del Canal Imperial. Allí en Torrero se reunió una compañía contra el enemigo y de ella formó parte Ortigosa, muerto de un balazo el 4 de agosto en la huerta de Santa Engracia.

En otra ocasión es un marido, Ramón Jordán, patrón de barcos del Canal, el que pide la inscripción de la muerte de su mujer Javiera Jarabo, no de forma violenta, pero víctima de los azares de la guerra. Vivían en "el nuevo lugar de Torrero" y cuando los franceses comenzaron el Segundo Sitio se bajaron a vivir al centro, refugiándose en la casa de una conocida. Cuatro días después murió Javiera y llevaron su cadáver a la puerta de la iglesia de San Lorenzo. Dice un testigo, regador del Canal, que "Javiera bajó tan enferma que ya llevaba la mortaja con ella (una sábana que traía bajo el brazo)". Al morir dos hombres pagados con dos pesetas se la llevaron en una camilla. Este testimonio da fe de que las gentes vagaban buscando un lugar seguro y eran víctimas de la guerra por las armas, la enfermedad o el desamparo.

Finalmente reseñaré un caso curioso. Lo tramita desde Francia María Berges, sobre la muerte de su padre, Isidro Berges, víctima de un ‘fuego amigo’. En el primer asedio Isidro vivía en la Venta de Cano cuidando de ella y de sus tierras. Los franceses lo apresaron y lo trajeron a Torrero donde el 8 de agosto cayó una bomba en la casa donde estaba y lo mató. Testifica otro francés "que sirvió al rey de España formando parte de las Guardias Valonas". Cuenta que los franceses procedentes de Alagón lo apresaron con la intención de que les sirviera de intérprete. Berges había comprado la venta a don Joaquín Cano, cirujano colegiado de Zaragoza. Lo enterraron en la línea de árboles, a 40 pasos del puente de América.

Habría muchos más casos que relatar, pero estos sirven de muestra para conocer cómo vivían y morían nuestros antepasados en los mismos escenarios que hoy recorremos felices y ajenos a tanta tragedia, a no ser que las imágenes de la televisión nos trasladen a Ucrania, donde con armas más modernas se ejecutan las mismas atroces matanzas.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión