La esquina

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La esquina
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¿Qué buscas?, me dice un señor trajeado que pasa a mi lado. Estoy parada en una esquina muy transitada a esa hora de la mañana, mirando al cielo. Copos de nieve, busco, porque veo el cielo como de nevar. 

El hombre sonríe. Creí que andabas perdida y buscabas el nombre de la calle, y está nevando en los alrededores, es verdad, dice el hombre como queriendo agradarme. Es posible que me haya tomado por orate o demenciada. Es posible que no le falte razón pues el termómetro de la farmacia marca diez grados. Por su rostro bronceado deduzco que el hombre ha estado esquiando no hace mucho. Sin embargo eludo seguir con la conversación y retomo mi camino. Podría girarme antes de alejarme demasiado, pero no lo hago. El tiempo no ha pasado en balde. Hará un año en esa misma esquina, cuando aún llevábamos mascarillas, estuve charlando unos minutos con un hombre al que confundí con un viejo conocido. Lo gracioso es que a él le sucedió lo mismo. Hablamos de la pandemia, de los paisajes primaverales, y de Ana, una supuesta amiga común. El entuerto se deshizo cuando me preguntó por mis nietos. Entonces me eché a reír, cosa que a él no le hizo ninguna gracia, quién sabe por qué. De regreso a casa, me paro brevemente en la misma esquina y vuelvo a mirar al cielo, que ya no está de nevar. Veo caer una pluma blanca que parece una letra equis desprendida de una escultura de Jaume Plensa. Intento atraparla. En ese momento un taxi silencioso se detiene a mi lado. Solo me iría teletransportada al Rincón del Cielo para ver desde las alturas el Valle de Benasque cubierto de nieve.

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