Por
  • Juan Luis Saldaña

Esa gente

Una conversación
Una conversación
POL

La gente que te hace sentir bien es un oasis, un café o una gasolinera cuando llevas el depósito en reserva. A veces, los tienes delante de las narices y no los valoras hasta que los pierdes. Cuándo llega el incompetente con su turbia percepción de la realidad, su nula empatía y esa comunicación seca que escupe cubitos de hielo como el grifo del McDonald’s te das cuenta de lo que tenías y lo valoras tarde, mal y con cierta injusticia. La gente que te hace sentir bien tiene algo de anfitrión, de faro y de fiesta de cumpleaños. Aunque parece que les sale de dentro, lo cierto es que ponen esfuerzo en ser como son y en mejorar. Se les nota. Llegar a ser así es un trabajo, una vocación, una lucha diaria y es el mejor currículum que existe. Aunque parece que el listón esté bajando, ellos no paran. Hacer una llamada, por ejemplo, es ya un acto casi heroico. Frente al gran pesado de pura sangre y al teórico aceitoso de bar hay que valorar a esa persona que sabe hacerte sentir especial.

Hace unos días, me invitaron a una fiesta ambientada en los años ochenta. Manuel me llamó por teléfono unas semanas antes, Raúl se aseguró de mi presencia por mensaje. Cuando llegué estaba agotado y con pocas ganas de juerga. Al salir, me encontré como nuevo. Había doscientas personas que se sentían tan especiales como yo y la transmisión de energía fue de altísima tensión. Todavía me dura la batería al 99 por ciento. Menos mal que hay gente que sabe resucitar a los muermos. Que nunca nos falten.

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