Democracia y federalismo

Democracia y federalismo
Democracia y federalismo
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En España, la democratización fue casi simultánea a la descentralización, a la transformación de nuestras regiones en comunidades autónomas. Quizá por ello para muchos españoles democracia y ‘Estado de las autonomías’, nuestra peculiar versión de federalismo asimétrico, están estrechamente relacionados. Desde este punto de vista, el centralismo sería autoritario.

También en esto ‘Spain is different’, porque en ninguno de los países europeos que se democratizaron a partir de 1989 se ven las cosas de esta forma. En los años ochenta, había en la Europa comunista tres federaciones y seis Estados unitarios (dejamos de lado el caso muy particular de Alemania Oriental, que nunca llegó a consolidarse como un verdadero Estado independiente). Como resultado de la democratización, las tres federaciones socialistas dejaron de existir, mientras que los seis Estados unitarios sobrevivieron. Y siguen siendo unitarios.

En España solemos pensar que la democracia y la descentralización van de la mano, y que un Estado descentralizado protege mejor la cohesión interna entre los distintos territorios

Es más, de los veinticuatro estados surgidos de la desintegración de la URSS, Yugoslavia y Checoslovaquia, son federales aquellos, como Rusia, que lo eran antes de la independencia. También Bosnia-Hercegovina tiene estructura federal, pero es a causa del compromiso que puso fin a la guerra de 1992-1995. Es la excepción que confirma la regla. Las élites de Sarajevo, apoyadas por gran parte de Occidente, entienden que la actual estructura del Estado es sumamente disfuncional y estarían felices de poder recortar las competencias de las entidades y cantones y, si fuera posible, acabar por completo con su autonomía.

Otra antigua república yugoslava, Croacia, es un país que parecería predestinado a constituirse como federación. Por una parte, su territorio actual está compuesto por cuatro regiones históricas (Croacia propiamente dicha, Eslavonia, Dalmacia e Istria), que, antes de la formación de Yugoslavia en 1918, estaban divididas entre los dos reinos de la corona austrohúngara: Austria (Istria y Dalmacia) y Hungría (Croacia y Eslavonia). Por cierto, en Istria existe un sistema de partidos propio, con una formación regionalista, la Unión Democrática de Istria, que ha sido desde su fundación el partido más fuerte en la zona. Por otra parte, hasta la unificación lingüística, a mediados del siglo XIX, los antepasados de los actuales croatas hablaban tres dialectos diferentes, de difícil comprensión mutua: en la zona en torno a Zagreb se hablaba ‘kajkavski’, en el norte de Dalmacia, ‘cakavski’, mientras que en el sur de Dalmacia y Eslavonia la lengua popular era alguna variante del dialecto ‘štokavski’, que al final se convertiría en la base del idioma literario unificado. A pesar de la existencia de todas estas razones en favor de la federalización, ninguna de las fuerzas políticas importantes de Croacia ha defendido nunca esta posibilidad.

Se ha dicho (también en España) que en países heterogéneos la descentralización sirve para reforzar la cohesión interna al hacer compatible el mantenimiento de la unidad del Estado con la satisfacción de las reivindicaciones de las comunidades que lo componen, así como de sus élites. Paradójicamente, como señalaba el diplomático croata Hrvoje Curko, la experiencia muestra que en la vida real las cosas no son necesariamente así. En la práctica, la descentralización ha favorecido siempre la expansión de los nacionalismos, que, en algunos casos, se han convertido en separatistas.

Pero la realidad no funciona necesariamente de esa manera

Si en 2014 Ucrania hubiera sido una federación, habría desaparecido como estado unido. Cuando el presidente Yanukóvich huyó de Kiev el 22 de febrero de 2014, fue recibido en Járkov por los representantes de las provincias orientales y meridionales, que se negaron a reconocer la legitimidad del nuevo gobierno surgido del Maidán. Siendo Ucrania un Estado muy centralizado, las nuevas autoridades lo tuvieron fácil: nombraron a gobernadores de su confianza, y estos gobernadores, teniendo en sus manos casi todos los resortes del poder real, consiguieron controlar la situación en la mayor parte del país. Si Ucrania hubiera sido una federación, de la asamblea de Járkov habría surgido un nuevo gobierno ucraniano, presidido por Yanukóvich, y con control real sobre la mitad del territorio.

Hace noventa años, el entonces comandante De Gaulle presumía de que Francia había ejercido durante siglos su hegemonía entre las naciones europeas por ser, entre otras cosas, "la plus centralisée". En España, sin embargo, la percepción mayoritaria es otra. El centralismo no es una fortaleza, sino un vestigio de lo peor de nuestro pasado. Por eso, según podíamos leer en el III Barómetro Autonómico del CIS, en 2012 solo un 23% de los encuestados se mostraban a favor de que nuestro país volviera a ser un Estado centralizado, sin comunidades autónomas. Decididamente, ‘Spain is different’

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