Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

El historicismo hecho guerra

Putin, este jueves en Volgogrado durante un acto conmemorativo del 80 aniversario de la victoria en la batalla de Stalingrado.
Putin, el pasado 2 de frebrero en Volgogrado durante un acto conmemorativo del 80 aniversario de la victoria en la batalla de Stalingrado.
Reuters

Casi doscientos años después de que Clausewitz acuñara la célebre máxima de que la guerra es la continuación de la política por otros medios, el profesor Orlando Figes (Londres, 1959) viene a demostrar que Putin quiere hacer de su guerra la consecuencia de la Historia, al menos de su versión propagandística y convertida en arma de manipulación masiva. De hecho, el ensayo historicista que el propio presidente ruso publicó unos meses antes de invadir Ucrania, ‘Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos’, es una auténtica declaración de guerra.

El inquilino del Kremlin se sirve del pasado, como hicieron todos sus antecesores, desde el zar Iván el Terrible hasta Stalin, para abrir hostilidades y para consolidarse en el poder. Él, que se considera a sí mismo una autoridad en materia histórica, lo ha hecho por una doble vía. Ha alimentado el viejo mito del ‘alma rusa’ y ha desarrollado, sobre principios historiográficos, una extraordinaria campaña de propaganda para justificar la invasión del país vecino, de la que el próximo viernes se cumplirá un año.

La Historia no es un asunto menor en la geopolítica, sino todo lo contrario. Por ello, el valor del ensayo de Figes, reconocido experto en el pasado de Rusia y que logró un gran éxito con ‘Los europeos’, es la ejecución de una brillante actualización de la historia del gigante euroasiático. Aquí están las constantes estructurales que han modulado el devenir de este vasto territorio situado a caballo entre Europa y Asia: la atracción alternativa por el Este o por el Oeste, la religión, la influencia de la autocracia mongola para definir la rusa, el rencor porque Occidente no ha reconocido el papel de Rusia frente a las hordas asiáticas o los nazis, el desempeño antiguo y presente de los oligarcas, el anhelo del crecimiento territorial constante, el concepto ‘mundo ruso’… Pero no menos interesante resulta su análisis de cómo Putin utiliza la Historia para perpetuarse.

Dictadores, gobernantes autoritarios o nacionalistas exacerbados han intentado sistemáticamente crear una realidad paralela a través de la reeducación de su pueblo. «Quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controlará el pasado», afirma Orwell en su claustrofóbica fábula del totalitarismo ‘1984’. En el caso de Rusia, este axioma es omnipresente y Figes lo sitúa en el frontispicio de su último libro: «No hay otro país que haya reinventado su pasado con tanta frecuencia; ninguno tiene una historia tan sujeta a las vicisitudes de las ideologías dominantes. En Rusia, la historia es política».

A través del adoctrinamiento y, cuando falla, mediante la más violenta represión, ha ‘convencido’ a buena parte de sus conciudadanos de que Rusia ha logrado ser fuerte cuando su pueblo ha estado unido detrás del poder y ha seguido sus «valores tradicionales»: el patriotismo, el colectivismo y la sumisión al Estado. Así, Putin ha intentado desde el año 2000 reeditar el proyecto imperial que con tanto virtuosismo describió Ryszard Kapuscinski en otro título imprescindible, ‘El Imperio’. Para ello recurre con especial virulencia a una clásica táctica que él, como antiguo espía, conoce perfectamente: avivar el patriotismo con la excusa de los ataques de un supuesto enemigo exterior.

El subdesarrollo de su economía y de sus instituciones es hoy una amenaza más grave para Rusia que cualquier amenaza militar. Pero el ‘nuevo zar’ solo anhela perpetuarse en el poder evolucionando hacia un régimen aún más autocrático que utiliza las hazañas militares, una agresiva política exterior y el sentimiento antioccidental para alimentar el quimérico sueño imperial del pueblo ruso. En este contexto, lanzó la invasión de Ucrania.

Apoyándose en agresivos ideólogos paneslavos (Danilevski, Ilyín y Duguin), ha convertido Ucrania en campo de batalla de un supuesto ‘choque de civilizaciones’ entre Rusia y Occidente. «Durante los últimos ocho años, sus canales de televisión han estado machacando con el mismo relato manido sobre que Ucrania es un malvado agente de Occidente, plagado de nazis y empeñado en la destrucción de Rusia». En Occidente y, sobre todo, en Ucrania también opera la propaganda. Sin embargo, en Europa y Estados Unidos la libertad de opinión y de prensa permiten ofrecer diferentes visiones de los hechos.

Figes es pesimista sobre el final de la lucha y apuesta por rearmar a los ucranianos. Lo que ya está claro es que esta contienda, producto de la versión distorsionada y propagandística que hace el Kremlin de la Historia, va a empobrecer y aislar a Rusia. El conflicto ucraniano es el último ejemplo de lo peligrosos que pueden ser los mitos cuando los emplea un dictador para reinventar el pasado de su país.

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