Valle de Bardají, un bello municipio de la Ribagorza, es de los pocos que ha incrementado un 50% su población hasta los 58 vecinos que constan en el padrón a 1 de enero de 2022, según el Instituto Nacional de Estadística. 

Si la ciudad de Zaragoza hubiera crecido en el mismo porcentaje en la última década, ahora la capital superaría ligeramente el millón de habitantes. Habida cuenta de la naturaleza pirenaica del pueblo ribagorzano, la dispersión de sus núcleos (Aguascaldas, Biescas, Llert y Santa Maura) y el éxodo migratorio que desde hace décadas sufre el medio rural, convendremos que su explosión demográfica es realmente extraordinaria.

Las comarcas de montaña son las que más crecieron en Aragón en el año de la pandemia. Un 2% las cuatro del Pirineo y la turolense de Gúdar-Javalambre. Seis localidades del Alto Aragón ganaron más de un 15% de habitantes (Arguis, Argavieso, Borau, Salillas, Villanúa y Albalatillo) al calor de la llegada de parejas jóvenes y del empleo del sector primario. Y también de los empadronamientos para ‘esquivar’ los confinamientos por la covid, cuyo peso demográfico real habrá que ver si se mantiene.

A la puerta del valle de Benasque y bajo el imponente macizo del Turbón, Valle de Bardají ha progresado gracias a la combinación de una tradición agropecuaria y una incipiente oferta turística, no exenta de controversia por la compatibilidad de ambas actividades. Ahora, en aplicación de la legislación que permite a los municipios de más de 40 habitantes constituir un ayuntamiento, ha recibido autorización para pasar del concejo abierto al gobierno representativo. Sus vecinos podrán elegir el 28 de mayo una corporación formada por un alcalde y dos concejales. "Aunque hasta ahora solía haber bastante consenso –explicaba el alcalde, José María Raso, a nuestro compañero Rubén Darío Núñez–, cuando pasas de cierto número de habitantes ya es más difícil tomar decisiones en una asamblea y el hecho de ser ayuntamiento será más práctico". ¡Ay, los dolores del estirón demográfico!