Por
  • Carmen Magallón

El Perú

Gobierno peruano declara el estado de emergencia en todo el país por 30 días
El Perú
José Sotomayor

La antidemocrática decisión de Pedro Castillo, expresidente de Perú, de disolver el Parlamento desató una tragedia en el país y le llevó a la cárcel. Las organizaciones populares no reconocen al nuevo gobierno, encabezado por la anterior vicepresidenta, Dina Boluarte, y reclaman la convocatoria inmediata de elecciones. 

Extendidas por el país, las movilizaciones desembocaron en enfrentamientos entre la población y las fuerzas de seguridad, dejando hasta hoy cerca de cincuenta muertos y más de quinientos heridos. Mensajes angustiosos piden la mediación internacional: "Hagan algo, por favor, nos están matando".

En nuestro país, tan cercano histórica y culturalmente, un silencio clamoroso, apenas interrumpido por algunas noticias, lo llena todo. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitó el país, la UE condenó el uso desproporcionado de la violencia y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos llamó a los manifestantes a la contención y pidió a las autoridades buscar a los responsables de las muertes y garantizar a las víctimas el acceso a la justicia y la reparación. Me pregunto si es suficiente, si este conflicto no pone sobre la mesa carencias graves de la gobernanza global. ¿Faltan protocolos internacionales efectivos para interponerse ante la violencia –entre países o en el interior de un país– que establezcan una interlocución y una mediación permanente? ¿O los que hay son lentos y no existen líderes que los pongan en marcha?

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