Por
  • Ángel Garcés Sanagustín

El ausente

Los reyes eméritos de España, Juan Carlos I y Sofía
El ausente
EP

La Guerra Civil alumbró muchos mitos a un lado y al otro del frente de batalla, intentando sepultar el hedor de la muerte. En el llamado bando nacional, se comenzó a llamar a José Antonio Primo de Rivera el ‘Ausente’. 

Resulta curioso comprobar cómo se le fueron ‘ausentando’ a Franco todos aquellos personajes que le podían hacer sombra. Algunos morían en accidentes aéreos, otros eran fusilados por los republicanos. Tal vez, por su condición de ‘ausente’, muchos actos oficiales del franquismo terminaban con el archiconocido ‘José Antonio Primo de Rivera, presente’.

Resulta esclarecedor conocer la trayectoria vital del magistrado que presidió el tribunal que lo condenó a muerte. Aunque, desde mi punto de vista, lo más grave que hizo fue presidir la Junta Depuradora de la Administración de Justicia, órgano represivo creado por el bando republicano y que permitió purgar a los jueces que hoy se etiquetarían de conservadores. Pues bien, Eduardo Iglesias Portal, una especie de Cándido Conde-Pumpido de la época, accedió al Tribunal Supremo en 1932 de la mano del ministro radicalsocialista Álvaro de Albornoz y regresó del exilio en 1959, tras otorgarle Franco el indulto. En 1961, se publicó el Decreto por el que se le concedía la jubilación, con los correspondientes haberes pasivos.

Más curioso, si cabe, fue lo sucedido con Salvador Alarcón Horcas, el magistrado del Tribunal Supremo que instruyó el proceso contra algunos dirigentes del golpe de Estado de 1934. Su imagen, a modo de juez Llarena de los años treinta, fue ampliamente difundida por los medios de comunicación. A pesar de manifestar expresamente su lealtad a la Constitución de 1931, tras el levantamiento militar de 1936 fue asesinado por un grupo de ‘incontrolados’. Por cierto, ¿alguien honrará alguna vez a los miles de republicanos, auténticamente demócratas, que fueron asesinados por las diferentes facciones radicales que campaban a sus anchas en la zona gobernada por la Segunda República?

Pues bien, en la España actual también hay un ausente, aunque en este caso nadie lo quiere presente. Me refiero al rey emérito. Mientras el Ministerio de Justicia, al que habría que denominar nuevamente de Gracia y Justicia, se prodiga en otorgar indultos y propone normas para rebajar las condenas a toda clase de ‘políticos delincuenciales’, al anterior Jefe del Estado se le mantiene en un limbo, en una especie de exilio, a pesar de no mediar condena alguna contra él y de haberse archivado en España cuantos procedimientos se le abrieron. Se ha considerado que sus vicios, conocidos desde hace lustros, no son procesables, pues no todo lo inmoral es antijurídico.

Mientras se indulta o se rebajan las penas a políticos que han cometido auténticas tropelías contra la democracia española, se mantiene en el exilio al anterior Jefe del Estado, el rey Juan Carlos, a pesar de que no media ninguna condena contra él

¿Caeremos en la ignominia de permitir que el hombre que contribuyó decisivamente a restaurar la democracia y que devolvió al país a la senda de Europa, que es la de la Historia, muera en el extranjero? ¿Consentiremos que, cuando ese hecho se produzca, Wikipedia recuerde que nació en Roma y falleció en Abu Dabi? ¿Merece Juan Carlos I, que ya nació en el exilio, morir lejos de su patria? Este ostracismo, real y virtual, no deja de ser una condena fáctica.

Lo sucedido con Juan Carlos de Borbón me recuerda la escena protagonizada en Casablanca por el capitán Renault, quien, tras recibir sus ganancias de la noche, exclama: "¡Qué escándalo, aquí se juega!". Semejante impostura evoca la de algunos cortesanos juancarlistas, que antaño le reían las gracias y hoy secundan a sus detractores.

La freudiana metáfora de ‘matar al padre’ caracteriza la historia de los Borbones, que no han tenido piedad ni con ellos ni con ellas. Además, es lógico que la Corona esté más preocupada por el futuro de Leonor que por el pasado de Juan Carlos, pero no es necesaria tanta inmisericordia. Algunos culparán a ‘Godoy’ Sánchez de la arbitrariedad de este destierro, pero no es el único responsable. Por ello, me permito implorar a quienes corresponda, llámense Godoy o Pepita Tudó, que tengan la piedad de perdonar a quien trajo a España la paz civil.

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