Por
  • Jesús Argudo Périz

La soledad de la víctima

Jesús Argudo Cano
Jesús Argudo Cano
Toni Galán

En torno al 2 de mayo de 1980 se guardan muchos silencios en esta ciudad, algunos secretos, y nadie quiere decir nada, pero ocurrieron unos hechos de índole terrorista, contra intereses americanos, en los que murió una persona, mi padre, Jesús Argudo Cano.

Soledades y silencios. Soledad se llama mi madre y también mi hermana, y supieron convivir con esa soledad con mayúsculas que te produce la desaparición de un marido o un padre. La soledad a veces no te deja salir de ese maldito bucle que se instala dentro de tu vida para repetirte constantemente lo mismo: un por qué que no tiene respuesta, porque es incomprensible que alguien mate a otro sin conocerlo, sin que medie absolutamente nada, simplemente por estar en un puesto de trabajo un día cualquiera.

La soledad y el silencio habitaron con ellas muchas noches, muchos días, muchos platos de cena sin tocar, con sus cubiertos recién puestos; pero él no venía a cenar, no había nadie que la comiese, y así un día tras otro, esperando.

A las 7.30, cuando mataron a mi padre, mi madre preparaba la cena, porque aquel día había cambiado el turno y vendría a cenar. En aquella cena se quedó la vida de mi madre igual que la vida de mi padre, una cena sencilla de acelgas y tortilla de un huevo, una cena que puso día tras día durante quince días con el argumento de que dormía y que vendría a cenar. Allí quedó su vida en esa cena sencilla.

Se negaba a admitir que mi padre había muerto. Recuerdo cuando al verlo en el Instituto Anatómico Forense nos decía a todos: no lo veis como está dormido. No aceptaba una realidad tan dura. Soledades.

Soledad y silencios, como cuando tuve que decirle a mi madre que me diese una sábana para amortajar a mi padre porque en el Anatómico Forense no tenían, porque la Policía no tenía para mi padre. Soledad e impotencia.

Impotencia y desolación cuando nos trajeron toda la ropa ensangrentada en una bolsa de basura, para que hiciésemos con ella lo que quisiéramos. Lógicamente la tiramos y a los cinco días vinieron a buscarla por si la teníamos para buscar pruebas: eso es soledad, eso es silencio.

El asesinato en 1980 de Jesús Argudo Cano, guarda jurado en las oficinas de la General Motors en el centro de Zaragoza, es un acto terrorista que sigue sin resolver

Soledad impuesta por la vía de los hechos. Nadie, absolutamente nadie de los estamentos políticos, de los partidos, de los sindicatos, de los órganos militares, de la prensa... nadie se dirigió a nosotros para darnos un apoyo. ¡Qué miedo había al apellido General Motors! ¿De quién fue la orden de guardar silencio, un silencio que resonó en nosotros toda la vida, un silencio difícil de llenar si no es con un quejido? Silencio.

Llovía en silencio cuando lo llevamos a enterrar el día 4 de mayo, una lluvia tan suave que no impedía el acto. Creo que Dios lo hizo a idea por un hombre bueno, porque pudimos contemplar las flores de la primavera, que venía temprana ese año, todo estaba cuajado de hierba verde y flores. ¿Para qué necesitábamos a todos esos que viven de la política y se arrastran delante de los poderosos? Como dice Whitman, una brizna de hierba no es menos que el camino que recorren las estrellas, y había muchísimas en torno a mi padre.

Silencio sepulcral cuando lo enterraron, no se oía una mosca, solo el trabajar de los operarios para meter la caja. Hasta los pájaros se callaron, había muerto un hombre bueno sin ninguna razón, sin ningún propósito, solo venganza contra un ente, los americanos, que dicho así no sabemos quiénes son.

Soledad se llama mi madre y le esperaba mucha soledad, justo cuando empezaban a salir del agujero y se habían ilusionado con comprar un apartamento en Biescas para ir al Pirineo. Recuerdo el lunes cuando se hizo el funeral en la parroquia de San Vicente de Paúl. Estaba abarrotada de gente sencilla del barrio de Casablanca, que conocían a mi padre; ellos sí que lo iban a despedir como merecía.

Nunca se debe pagar un precio por una vida humana, nunca por muy alto que este sea, por muchos puestos de trabajo que traiga, porque si uno solo muere por esa causa luego vendrán más y más y más, ¿y por qué no todos? Importa poco si fue el Frap o el Frava, importa poco si fueron tres individuos o cinco o siete, importa poco, lo que importa es la vida que se llevaron sin saber nada de él, sin cruzar ni una palabra.

Solamente hay silencio y el resonar de un disparo fue la conversación que se escuchó, que se cruzaron. Solamente desde la paz del corazón se puede perdonar, y eso era mi madre, el perdón, porque también tienen madres los terroristas, decía.

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