Por
  • Octavio Gómez Milián

Atónitos huéspedes

Atónitos Huéspedes
Atónitos Huéspedes
C.P.B.

El programa de televisión ‘Atónitos Huéspedes’, perdido en el laberinto donde la madrugada confunde al día, nos ha ofrecido alguno de los mejores instantes del último audiovisual aragonés. 

Ellos han sabido buscar el ámbar perfecto para la palabra, la melodía, el color: vuelvo a Ángel Guinda en la Estación de Delicias, con sus palabras atravesadas de amor y enfermedad, el túnel que lo aleja de todos los que lo amamos y bebimos con y de él. La mano calma de Celia Carrasco, como una espiga de frenética juventud, la esperanza como definición. La risa de Javier Aquilué, en la Lata de Bombillas, pop y arte, descontextualizando la seriedad hasta convertirla en quincalla y humo. Javier Aquilué es punk como lo era Sergio Algora y su manera de ser, entre lúdico y amanuense, es la genialidad en persona. Hoy en Zaragoza y mañana en Huesca. Como el encuentro con el duende azulado, Justo Bagüeste, pelirrojo de campo magnético, un genio de los metales, río de percusión y flautas. Justo capaz de provocar que la belleza nos alimente con las lágrimas nutritivas. Incontrolado, caótico, genial. Justo es un lujo que ‘Atónicos Huéspedes’ reclutó para su catálogo de genios. Como la última de las entrega, la semilla de esta columna, el reencuentro con Sergio, El Gran Puzzle Cózmico, espantasuegras de manual, quintacolumnista del Mar de Dios, el hombre que hacía ‘scratches’ con vinilos de Isabel Pantoja y aceleraba, muy rápido, para que todos fuéramos felices con aquel Cielito Lindo que cerró los noventa. Gracias, ‘Atónitos Huéspedes’, por recordarme que estoy vivo.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión