Grietas del Ricardo Mur

Colegio CEIP Ricardo Mur de Casetas.
Grietas del Ricardo Mur
Laura Uranga

Lo peor de la memoria es que no se pueden exigir bienes particulares de interés cultural y a veces se desmoronan los paisajes, por lo que hay que recurrir al ‘antes aquí estaba’. 

Eso rompe hilos generacionales porque imaginar no es igual que ver, por eso del pasado se hace una propaganda tan retorcida que casi todos pensamos pertenecer a algo que casi nunca existió pero que amamos. En Casetas, la nueva ruptura va a llegar por el colegio público Ricardo Mur, que se traslada de su histórica localización por el bien de los estudiantes y el profesorado, afectado por una sima en el terreno que genera grietas constantes. Es cuando llega esa parte irracional del ser humano por el que ni los argumentos coherentes logran la razón y uno preferiría que su colegio se quedara toda la vida donde está, aunque por los pasillos cayeran cascotes. Será raro no intuir esa marabunta de criaturas con sus padres y madres subiendo o bajando por la calle Galicia, desviándose como un afluente hacia la calle San Miguel, donde el Goito tenía El Bazar: papelería para muchos; lugar donde yo pasé prácticamente todas las tardes de mi infancia mientras mi madre estaba con mi abuela y mi tío regentaba el negocio en el local de la casa familiar.

Con el traslado del colegio a la calle Baleares, muere una escuadra que era un cuadro de la infancia. Ya no quedan ni el Goito ni el Rubichi; y definitivamente ya no pasarán por allí quien les compre o les recuerde; que en realidad son los padres y madres de todas esas criaturas. En lo personal, se quedarán en las paredes del viejo edificio recuerdos tremendos como las clases de tecnología donde yo aparecía con manualidades que ni los de Bricomanía y que, prescrito el delito, hay que admitir que las hacía mi padre. En ese recreo pasé mi primera vergüenza hormonal cuando una ventosidad no esperó a que terminara un ejercicio de abdominales. Y allí mismo se dio el caso de un chico que, en un carnaval temático de Goya, su madre no debió tener tiempo de prepararlo y lo disfrazó de pulpo, en una estampa que ni el teatro conceptual contemporáneo. Momentos que nos cincelaron, sin saberlo, con abnegados maestros y maestras de la educación pública que nos enseñaban valores, autoridad y civismo en un ecosistema de justicia que no volveremos a vivir nunca más.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión