Sucedió en Irak

Mañana es 29 de noviembre. 

Y ese mismo día, hace diecinueve años, fueron asesinados en Irak siete agentes españoles del CNI, tiroteados por un grupo organizado y armado en Latifiya. A los miembros de ese grupo los podemos llamar terroristas o insurgentes, da lo mismo. Los agentes del CNI eran ocho. Solo uno logró salvar la vida.

De todo eso se ha hecho una serie documental que acabo de ver, ‘Los 8 de Irak’, larga y repetitiva, lacrimógena, con escasa crítica, un homenaje, eso sí, pero que saca a los responsables del CNI, a pesar del tiempo transcurrido, secuestrados por la emoción, algo humano, sin duda, pero si los servicios secretos se muestran emotivos hay que echar al agua, en lugar de cloro, penicilina.

Varias cosas me ponen los pelos de punta. Una, escuchar a un exjefe de operaciones de la CIA decir, literalmente, que debido a la tortura los radicalizábamos más, describiendo los detalles. Otra, la presencia del traductor Flayeh Al Mayali, que tras el asesinato fue detenido y entregado a las tropas americanas, acusado sin pruebas, que pasó muchos meses en la prisión de Abu Ghraib, un asunto vergonzoso, muy feo, que Gervasio Sánchez ya nos había contado.

Irak no fue una verbena y sí un bafle que ampliaba el sonido de algunos despropósitos. Irak fue un póster falso y claro ejemplo de política podrida. Pero aquel 29 de noviembre murieron siete personas que jamás podrán tomarse una cerveza cuando atardece, comprar un pan de molde en Mercadona o ir a un aeropuerto y esperar al hijo que vuelve del Erasmus. Porque Alá y Bush, para mal, definieron su destino.