Sobre ruedas

Uno de los taxis de Zaragoza, ayer en el entorno del hospital Miguel Servet
Sobre ruedas
Francisco Jiménez

Íbamos al concierto de Ángel Petisme en el teatro Arbolé. 

Mi amiga Mercedes pidió un taxi. Llovía con ganas. Era una lluvia esperada y por tanto alegre. Mercedes había olvidado la mascarilla en su otro bolso, el de diario, donde cabe de todo. Llevaba un bolso pequeñito y unos botines espectaculares que solo alguien de su porte puede llevar con elegancia. Rebusqué en mi bolso alguna mascarilla perdida. Nada. Al final el taxista sacó una de la guantera chistera y se la ofreció amablemente. Todo iba sobre ruedas. Durante el trayecto nos pusimos al día de nuestros asuntos: familia, trabajo, salud y amigos, por ese orden. No nos importaba que el taxista nos escuchara. A nuestra edad ya sabemos que somos señoras de lo más normales, o eso me creo yo. Lo cierto es que podríamos haber estado horas refugiadas en ese asiento trasero, circulando por las penumbrosas calles de la Expo, mientras charlábamos con tranquilidad. Seguía lloviendo. La presencia del taxista nos exigía cierto saber estar y no se nos ocurrió decir maldades. Siento cierto alivio cuando reprimo la tentación de hablar mal de la gente, de criticar por criticar, de destilar esa mala baba que solo envenena a quien la produce.

Llegamos a tiempo al concierto. Petisme estuvo magnífico, igual que su banda. Acabamos cantando ‘El tranvía verde’, que nunca conseguiré aprender del todo. Lo pasamos muy bien y por suerte la nostalgia, a la que temo porque suele hacerme llorar, no se nos apoderó del todo. Y volvimos a casa, ‘al duro y seco noreste’ que nos ha tocado en gracia. Había dejado de llover. 

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