Mapas para no perderse

El mapa de la batalla de Alcañiz.
El mapa de la batalla de Alcañiz.
Lola García

La cantidad de información que puede caber en un mapa es abrumadora. Fernando López Martín, doctor geógrafo que dirige el Instituto Geográfico de Aragón (IGEAR), ha recordado hace poco una brillante idea de Norman Thrower, fallecido en 2020 con cien años cumplidos: la humanidad ha creado tres formas mayores de comunicación: el lenguaje, la música y los mapas.

 Su libro ‘Mapas y civilización’ (Serbal, 2002) es un texto luminoso sobre la materia. La ciencia cartográfica es compleja y difícil y, bien practicada, nos faculta para muchas actividades de la vida. Hoy, con los sistemas de información geográfica, la captación de imágenes en toda la gama de distancias y espectros de onda, la realidad aumentada, el uso de las masas de datos o la reproducción de lo cartografiado casi de cualquier modo imaginable, las prestaciones de la cartografía son de suma utilidad y atractivo. Se puede adquirir noción de ello en la exposición de 82 piezas sobre Aragón y sus localidades que el IGEAR ha abierto en la Aljafería, con material de varias entidades civiles, militares y eclesiásticas.

La batalla de Alcañiz

Un buen ejemplo es el mapa de la batalla de Alcañiz, en 1809, ganada por los españoles de Joaquín Blake a los franceses del conde Suchet. Se hizo medio siglo después y puede uno pasar en su contemplación un largo rato... si sabe mirar. Porque el mismo mapa (o sea, su hábil y didáctico autor, Alejandro Planell) narra en un largo texto cómo fue aquella dura jornada. Es una incitación a que lo compruebe por sí mismo: «Ganada el 23 de mayo de 1809 por el segundo ejército español de la derecha al mando del Excelentísimo Señor don Joaquín Blake, teniente general de los Reales Ejércitos y General en jefe de los de la derecha, contra el tercer cuerpo del Ejército francés de España mandado por su General en jefe el Conde Suchet. Las tropas españolas se hallaban situadas en [los puntos] B, C, D, E, L, Z, componiendo un total de 8.176 hombres de infantería, 481 caballos, con una compañía de zapadores y 19 piezas de artillería. Los franceses, en número de 10.000 infantes, 800 caballos y 12 piezas, se presentaron a las 6 de la mañana por el camino de Zaragoza delante de la vanguardia situada en L, la cual se retiró en virtud de las órdenes que tenía». Y sigue de esta guisa hasta concluir: «Por la noche efectuó el ejército francés su retirada a Samper de Calanda. Reconocido al amanecer el campo de batalla, se encontraron 500 cadáveres de los enemigos y añadiendo los heridos que abandonaron en el camino y los que transportaron según las noticias recibidas, se puede graduar su pérdida en 2000 hombres». El jefe de la artillería española ese día fue García Loigorry, estudiado ahora por F. Martínez de Baños en un erudito libro (Asociación Los Sitios de Zaragoza, 2022).

Si el autor no puede trasladar al mapa datos que cree útiles para el usuario, los pone en nota: «A la derecha del ejército entre Alcañiz y Caspe estaba situado el Tercio de Migueletes de Tortosa con la fuerza de 2 jefes, 27 oficiales y 800 hombres; y a la izquierda del ejército en Castelserás estaba el Tercer Batallón de Voluntarios de Zaragoza con dos jefes, 33 oficiales y 459 hombres». Añade claves para designar las unidades combatientes, su número y condición (infantes, jinetes, guerrilleros, baterías), número de efectivos, nombres de los mandos...

No se puede pedir más. El terreno, como es el caso, está bien reflejado y es intuitivamente inteligible. El mapa, de casi un metro de ancho, está hecho con cuidado y mimo cromático, a tinta negra, con plumilla, y colores de acuarela. Un festín informativo y visual.

Ochenta y un mapas más

Está también expuesta la edición original (1619) del primer mapa riguroso del antiguo reino, encargado por la Diputación General al magnífico cartógrafo real Juan Bautista Labaña (Lavaña), sabio portugués cuyos trabajos estudió A. P. Ubieto Artur. También se ve el último mapa que tomó por base el de Labaña (Lezaun, 1777). Hay mapas insólitos. Uno recoge los cien nombres de calles más frecuentes en Aragón; otro, altimétrico, es de fichas de Lego (cada una vale por cien kilómetros cuadrados); numerosos de localidades particulares (a veces, en secuencia, para apreciar su transformación diacrónica). Y se exponen obras atractivas, por su calidad o rareza, contenido textual o heráldico, expresión de sistemas antiguos de medidas, etc.

Un mapa de concepto simple y dibujo límpido es el de Luis de Bacigalupi. Ofrece el estado militar de la frontera de Aragón con la joven Francia republicana, cuando la guerra de 1793, en la que descolló el barbastrense general Ricardos. El cartógrafo, acaso en 1795, dibujó en una larga faja, con tintas de cuatro colores, la ‘Disposición de los valles y puertos de la frontera de Aragón’. Y lo sorprendente del caso es que en Aragón está incluido el Valle de Arán. Cosas que pasan.

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