Por
  • José Tudela

Lecciones chilenas

Los partidarios del 'Rechazo' celebran su victoria.
Lecciones chilenas
Rodrigo Garrido/Reuters

Desde el principio, el interés por el debate constitucional chileno ha transcendido las fronteras del país iberoamericano. 

Por razones diversas, el resultado del referéndum del pasado domingo se aguardaba con expectación. Más allá de la relevancia que el texto constitucional poseía para la historia de Chile, el iter de elaboración enfrentaba a cuestiones de gran significado en relación con el concepto de Constitución.

Una buena Constitución no es nunca la ideal para una parte

El proceso constituyente tuvo dos hitos fundamentales. En primer lugar, el referéndum en el que el pueblo chileno expresó de forma abrumadora su deseo de derogar la Constitución de 1980, aprobada bajo la presidencia de Pinochet; en segundo lugar, la elección de la Asamblea constituyente: los partidos tradicionales fueron relegados y se conformó con un carácter paritario; fuerte presencia de los pueblos indígenas; y un elevado número de independientes. El sesgo ideológico de la Asamblea era claramente de izquierda, con escasa presencia de fuerzas conservadoras. Frente a esta composición, tanto el resultado de las presidenciales como de las legislativas deparaba un reparto ideológico de la sociedad chilena mucho más equilibrado. La consecuencia de esta disonancia era inevitable: el texto elaborado por los constituyentes, si bien corregido en alguno de sus pronunciamientos más radicales de recoger el sentir mayoritario de la sociedad chilena.

Llegados a este punto, se puede decir que desde la teoría constitucional una Constitución debe cumplir con dos requisitos fundamentales para poder ser aprobada y, no menos relevante, para ser eficaz. Por un lado, una Constitución debe ser representativa del sentir mayoritario de los ciudadanos; por otro, si se desea garantizar su eficacia, deberá ser aprobada por una mayoría amplia que garantice su vigencia frente a cualesquiera de los posibles cambios políticos connaturales a una sociedad democrática. En apariencia, el texto sometido a consulta de los ciudadanos chilenos no cumplía con estos requisitos y ello ha sido la causa del resultado del referéndum. Los constituyentes no elaboraron la Constitución con la que se podía identificar una mayoría de los chilenos sino la que ellos, que no representaban con fidelidad al pueblo chileno, consideraban ideal. Se trata de una lección práctica apta para cualquier Estado. Una buena Constitución no es nunca la ideal para una parte. Es aquella con la que pueden convivir la práctica totalidad de los sectores sociales y con la que, en todo caso, puede llegar a identificarse mayoritariamente una sociedad.

Es aquella con la que pueden convivir la práctica totalidad de los sectores sociales y con la que, en todo caso, puede llegar a identificarse mayoritariamente una sociedad

Boric tiene ante sí dos mandatos: por un lado, dar respuesta a la voluntad mayoritaria de aprobar una Constitución que responda a las necesidades contemporáneas de la sociedad chilena; por otra, que el texto en cuestión sea suficientemente equilibrado para lograr el beneplácito de una gran mayoría de los chilenos. Los chilenos han dicho que no quieren una Constitución que consideran quiebra presupuestos esenciales de su cultura jurídico-política pero también han dicho que no quieren que permanezca vigente el texto de 1980. Y de esta doble manifestación de voluntad se extrae otra importante conclusión: una Constitución debe ser el punto medio que refleja el pulso generalizado de un determinado sentir social.

Las lecciones de lo sucedido el domingo son múltiples. Por supuesto, lo son para América Latina en un momento de especial trascendencia política. Lo sucedido en Chile debe invitar a recordar la necesidad de proceder a una profunda reflexión antes de antes de iniciar el proceso de elaboración de una nueva Constitución. Más allá, se puede extraer una conclusión fundamental: el cómo se elabora la Constitución es determinante del resultado final y, en buena medida, de su éxito o fracaso. Normalmente, ese cómo dependerá de la finalidad que se tiene con el texto que se piensa aprobar: si se quiere un texto inclusivo, se hará de una manera; si se quiere un texto que responda a los deseos de una parte, de otra. Un país lejano en la distancia pero muy cercano a nuestra cultura se ha pronunciado. Todos haríamos bien en escuchar su mensaje.

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