Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Del Atlántico a los Urales

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Del Atlántico a los Urales
Heraldo

Putin pone a la UE ante la coyuntura de redefinir su proyección geopolítica. 

Grosso modo, se trata de decidir entre aislar militarmente al ‘enemigo ruso’ o intentar cooperar con un nuevo Kremlin, cuando este llegue. Parecidas disyuntivas se han dado en el pasado. En los años sesenta, De Gaulle propuso un entendimiento europeo ‘del Atlántico a los Urales’. Y también en esa década, el canciller Willy Brandt apostó por la ‘ostpolitik’ para explorar un camino pragmático de relación con su gigante vecino del Este. En los noventa, con la desaparición de la URSS, los euro-optimistas rescataron el viejo proyecto de asociarse con Moscú. Gorbachov tituló ‘Hacia la casa común europea’ la recopilación de discursos que Círculo de Lectores publicó con un mensaje a los lectores españoles. Ha habido, pues, intentos de aproximar el Oeste con el Este. Por acción de unos y omisión de otros, no ha sido posible. En Rusia, el capitalismo mafioso de Yeltsin-Putin lo hizo imposible.

¿Qué hará Europa tras la guerra de Ucrania? ¿Aislar al gigante ruso o cooperar con él cuando desaparezca Putin?

Ahora, la orgía belicista desatada por Putin paraliza la reactivación de la prosperidad europea tras la pandemia y la seguridad se convierte en la prioridad. En una primera reacción, la UE ha anunciado que quiere armarse frente a la irracionalidad de Moscú. Este giro tendrá sus costes. Para empezar, cambiará la solidaridad continental de un eje Norte-Sur a otro Este-Oeste. Además, supondrá pasar de una economía verde y social a otra armamentista. Si se impone esta nueva estrategia, Europa aparcará el proyecto de convertirse en tercer actor global. Deberá reforzar sus lazos defensivos con EE. UU. para hacer frente a una superpotencia euroasiática que, bajo el liderazgo chino con vasallaje ruso, se extienda del Volga al Yangtsé.

La alternativa a una Europa dividida, como si volviese a caer aquel Telón de Acero que anunció Churchill en 1946, es una Europa unida desde Lisboa hasta Vladivostok. Hoy parece un objetivo imposible, pero la reconciliación de Alemania y Francia también parecía una quimera cuando Robert Schuman apostó por la integración europea en 1950, solo cinco años después de la derrota de Adolf Hitler. Se trata de constituir una gran región estable y próspera dentro del contexto de una civilización universal.

La fortaleza civilizatoria, cultural y económica de la UE puede forjar una comunidad que se extienda pacíficamente desde Lisboa a Vladivostok

La base teórica de esta unión es que, a pesar de las continuas disputas nacionalistas y religiosas, existe en esta zona una unidad fundamental, que ha sido evidente durante los últimos cinco siglos. Europa no es un concepto geográfico, sino cultural. En el corazón de esta área han surgido los elementos propios de la moderna civilización europea: las libertades intelectuales y políticas, el capitalismo industrial y comercial, el cosmopolitismo, el pluralismo religioso, la ciencia experimental, así como una gran variedad de movimientos de reforma social encaminados a mitigar las injusticias económicas. Las ondas expansivas de estos fenómenos han llegado a la periferia continental, desde la Península Ibérica a la Rusia europea.

La más valiosa contribución occidental a la civilización humana ha sido la libertad. Por eso, una condición para la creación de una Europa más grande es hoy el aumento de las libertades dentro de Rusia. Para su desgracia, el país más grande del planeta carga con una historia que consiste en siglos de absolutismo, siete décadas de totalitarismo y un rápido retorno al absolutismo con Putin. Si la sociedad rusa aprovecha el relevo en el Kremlin, llegue este cuando llegue, para establecer un régimen democrático, habrá una posibilidad para la colaboración con el Oeste. Como se evidenció entre 1985 (con la llegada de Gorbachov) y 1999 (cuando Putin tomó el poder), solo una Rusia en proceso de transición hacia la democracia ha sido una Rusia pacífica. En ese momento habría que intentar incorporarla a un esquema de seguridad compartido del Atlántico a los Urales. A Bruselas no le interesa que Moscú sea cabeza de un ‘Estado fallido’ ni que se eche en brazos de Pekín. 

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