Es ya un tópico hablar de la cuesta de enero, pero la de septiembre no le va a la zaga, especialmente este año que comienza con aumentos en las facturas de los hogares y con las hipotecas encareciéndose. 

Los precios siguen desbocados con subidas del 10,4% en agosto a nivel nacional, dato adelantado que es apenas mejor que el de julio y sigue suponiendo un gran esfuerzo para los presupuestos familiares. Aunque el noveno mes de 2022 también llega con el estreno de medidas para intentar aliviar las subidas del IPC, como los descuentos en el transporte público, lo cierto es que se prevé que la recta final del año sea de desaceleración económica. En esta coyuntura se impone que el Gobierno facilite un pacto social que reparta el coste de la inflación entre empresas y empleados con el mantenimiento del empleo como prioridad.

El verano suele ser una época de mayores gastos para la mayoría de los ciudadanos por las vacaciones y las actividades de ocio. Por eso septiembre es un mes complicado para las finanzas de los hogares. Este año, la elevada tasa de inflación empina aún más la ya de por sí escarpada cuesta de septiembre. Suben los precios de todo tipo de productos y servicios, y se aventura que el Banco Central Europeo (BCE) va a incrementar de nuevo los tipos de interés, lo que volverá a encarecer las hipotecas. El euríbor ha repuntado al 1,2% en agosto, su mayor nivel en una década.

Para hacer frente a esta cuesta de septiembre y, sobre todo, al riesgo de que Europa entre en una fase de ‘estanflación’ (inflación sin crecimiento), los gobernantes deben actuar con diligencia. Hay peligros, pero también herramientas para conjurarlos. La tarea de los gobiernos en este momento es adoptar medidas, especialmente la de reactivar la negociación entre empresarios y sindicatos para no alentar una inflación que a todos empobrece.