Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

Héroe de la retirada

Mijail Gorvachov y su esposa Raisa, a su llegada a Reikiavik, Islandia, el 13 de octubre de 1986.
Héroe de la retirada
Reuters

Hans Magnus Enzensberger publicó en 1989 un ensayo titulado ‘Los héroes de la retirada’.

El pensador alemán explicaba que existe una imagen clásica del héroe, del tipo Alejandro Magno o Napoleón. Pero a esta figura triunfal, le contraponía otra: el héroe de la retirada, el que alcanza su plenitud no con la conquista y el éxito, sino con la renuncia a sus planes para optar por otra vía más beneficiosa para los intereses comunes de la sociedad.

El héroe de la retirada se agiganta porque se inmola cuando advierte que la realización de sus objetivos genera más problemas que su abandono. Renuncia así al empecinamiento de la victoria y opta por la sensatez de la concertación. Adquiere la grandeza que se deriva de la compleja misión de abandonar sus propias posiciones. Así, Enzensberger cita tres ejemplos de héroe de la retirada: Gorbachov, que desmontó la Unión Soviética; Jaruzelski, el último presidente del régimen comunista de Polonia; y Suárez, que enterró la dictadura de Franco.

Javier Cercas recoge en ‘Anatomía de un instante’ (2009) esta idea del ‘héroe de la retirada’ para describir al propio Adolfo Suárez, al general Gutiérrez Mellado y a Santiago Carrillo. Son tres personajes que traicionan los ideales de su pasado porque quieren contribuir a la construcción de un futuro mejor para su país.

Gorbachov, tras llegar al poder por sorpresa en 1985, también aspira a mejorar la vida de sus compatriotas. Por eso lanza a bombo y platillo la ‘perestroika’ y la ‘glasnost’. La primera suponía, según su libro ‘Perestroika, mi mensaje a Rusia y al mundo entero’ (1988), una reestructuración, una política tendente a acelerar el desarrollo económico y social del país y a renovar todas las esferas de la vida. La ‘glasnost’, por su parte, significaba transparencia informativa. Inicialmente, este programa entusiasmó a las masas, pero pronto las dificultades se hicieron enormes porque se trataba no sólo de cambiar las bases del sistema, instaurar el pluripartidismo, extender la democracia, sino también de resolver inmensos problemas económicos, así como los conflictos étnicos y las tendencias secesionistas de repúblicas soviéticas como Lituania, Estonia y Letonia. Y todo, sin inquietar a los conservadores y al complejo militar-industrial, y sin desencantar a los radicales que, como Yeltsin, querían cambios rápidos hacia la economía de mercado.

Como los milagros no existen en política, Gorbachov se fue convirtiendo en una especie de hábil y temerario funámbulo que en la cuerda floja intenta mantener un imposible equilibrio. Logra éxitos indiscutibles, como los avances en la distensión internacional, en el desarme, el fin de la absurda guerra de Afganistán, la luz verde a la democratización de los países europeos del Este y a la reunificación alemana. A cambio, de puertas adentro, el desabastecimiento y la realidad terrible de una profundísima crisis económica se imponen.

Mijaíl Gorbachov debe pervivir en la historia del siglo XX no solo porque puso fin a la Guerra Fría y a la dictadura comunista en la URSS y los países del Este, sino
también porque gobernó pensando antes en sus conciudadanos que en su país

‘Gorby’ conquista a Occidente, pero en la URSS crece el descontento, aumentan las amenazas de los conservadores y disminuye la popularidad del ‘número uno’ hasta límites casi insostenibles.

En este contexto, las fuerzas más reaccionarias del sistema, los conservadores más nostálgicos, llevan a cabo un golpe de Estado en agosto de 1991. Es el intento desesperado de mantener un poder que se les escapaba de las manos. Fracasan, pero su derrota frustra también la aspiración de Gorbachov de darle un rostro humano y democrático al socialismo ruso. La descomposición de la Unión Soviética se acelera. El 25 de diciembre, la bandera roja con la hoz y el martillo es arriada por última vez en el Kremlin.

Gorbachov fue el héroe de la retirada que entregó la libertad a sus conciudadanos aun a costa de acabar con un imperio. La Historia le debe ese reconocimiento, aunque Putin y sus secuaces se lo nieguen. Como escribe Cercas sobre los ‘héroes’ españoles: "Muchas veces se oyeron llamar traidores. En cierto modo lo fueron: traicionaron su lealtad a un error para construir su lealtad a un acierto; traicionaron a los suyos para no traicionarse a sí mismos; traicionaron el pasado para no traicionar el presente".

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