De la extinción a la prevención

España no se está quedando sin árboles.
España no se está quedando sin árboles.
Laura Uranga / HERALDO

Con los cuatro costados de España ardiendo este verano, es comprensible que mucha gente piense que nos estamos quedando sin bosques, sin árboles.

 Y sin embargo no es así. Más bien al contrario. Según puede verse en una página de Europa Press Data, que recoge informes del Banco Mundial, la superficie forestal habría aumentado en un tercio entre 1990 y 2016. Hoy España cuenta con casi veintiocho millones de hectáreas de superficie forestal, que comprenden más del 55% de su territorio, y de las cuales más de dieciocho millones son terreno arbolado. En un apartado de su página web, el Ministerio para la Transición Ecológica presume incluso de la salud de las masas forestales españolas. Y dentro de la Unión Europea, España es uno de los países con más amplios ecosistemas forestales, por delante de Alemania, Francia o Italia. Por lo tanto, no estamos ‘desarbolados’. Son muchas las voces que consideran que una de las razones fundamentales de la virulencia de los incendios es precisamente el crecimiento desordenado de la masa forestal en muchos lugares, que proporciona un combustible abundante cuando salta la chispa. El avance de los bosques puede ser una inmensa riqueza ecológica, pero faltaría una política adecuada de ordenación y uso de los montes, que han ido cayendo en un progresivo abandono a causa del retroceso de la agricultura y de la ganadería extensiva y de la despoblación del medio rural. Si queremos limitar los daños del fuego, hay que reflexionar sobre esa realidad y pasar de una política centrada en la extinción a otra que haga hincapié en la prevención.

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