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  • Cartas al Director / José Carlos González Hidalgo

Los incendios forestales

Un incendio forestal en la provincia de Pontevedra.
Un incendio forestal en la provincia de Pontevedra.
Sxenick / Efe

Desde hace más de veinte años imparto las asignaturas de climatología en la Universidad de Zaragoza y ya siento cansancio de los tópicos y las frases huecas que políticos, medios de comunicación e incluso colegas vierten sobre el clima, el cambio del clima y el calentamiento global. 

Por ello, y ante las declaraciones hechas por la segunda magistratura de España de que el cambio del clima mata, adjunto las siguientes precisiones a partir de datos objetivos. 1.- El número de incendios forestales y también la superficie quemada disminuyen desde mediados de los años noventa del siglo pasado en España, tal y como se puede observar en los informes de la página oficial del Ministerio para la Transición Ecológica. 2.- Las muertes provocadas por desastres naturales, incluyendo sequías, incendios, inundaciones, tornados, etc., disminuyen desde hace décadas, como se puede comprobar en la base de datos ‘OurWorldInData.org’. Particularmente fallecen más personas por olas de frío que por olas de calor. No se trata de una cuestión de opinión, e invito a acudir a las fuentes documentales correspondientes. Las opiniones del Sr. Obama, del pretendido consenso de la comunidad científica sobre el origen del cambio del clima; los dislates del Sr. Gore sobre la desaparición en 2016 del hielo ártico; las aseveraciones de la joven Greta Thunberg de que el cambio del clima está matando a millones de personas, o las hilarantes declaraciones de numerosos cargos públicos españoles de que el cambio del clima es consecuencia del heteropatriarcado y de que el clima mata, no son más que frases huecas que rezuman ideología. Parafraseando a Weaber, quien se inspira en Spinoza, las ideas en general suelen ser buenas pero las ideologías tienen consecuencias. Y quizá lo estamos viviendo. Como ciudadano, les rogaría a quienes informan a los gestores de la ‘res publica’ sobre estos asuntos que tuviesen más cuidado y celo en su labor, sobre todo en unos momentos en los que algunos compatriotas lo han perdido todo.

José Carlos González Hidalgo, catedrático de la Universidad de Zaragoza ZARAGOZA

Nuestros padres

Muchas veces pienso que somos egoístas; otras veces, que no se puede hacer nada, pero creo que de una vez por todas hay que hacer justicia a nuestros padres. Vivieron la posguerra, cuando pasaron hambre y mil calamidades y el panecillo de pan era un propósito de valor cada día. Comieron con rudeza, se educaron en la aspereza de la nada cultural y pobreza social, solo tuvieron los clásicos y la historia de entonces, era la memoria académica. Simplemente, no tenían un duro. Empezaron a trabajar muy pronto. Trabajaron horas y horas, hasta los sábados, solo el domingo era de descanso, cuando podían ver a la novia, no sabían qué era irse de copas. Cuando pudieron casarse, sin un duro, siguieron trabajando hasta la noche, había que mantener una familia. El Estado no pagaba bien, era la generación del pluriempleo, y aun así, ¡qué pobres éramos! Venía el cólera a Zaragoza, nos vacunaban a todos, nos vino el sarampión y había que curarlo, progresabas de piso en piso que había que pagar a letras, se empezó con el seiscientos, luego el Simca, luego el Seat 124. Vino la Transición y nuestros padres empezaron a viajar, vino Felipe González y empezó ya a pagar buenos sueldos. Seguían estudiando, progresaban, empezaron a practicar deporte, empezaron a vivir; los chicos, a la universidad, unos pocos viajes al extranjero, apartamento en la playa... Y la sociedad evolucionó y, sí, empezaron a vivir bien, ya se trabajaba siete horas, ya no había pluriempleo, seguían cambiando de piso, se venían al centro. Y se jubilaron, criaron a nuestros hijos y los sucesivos gobiernos empezaron a tratar bien a los pensionistas. Nuestros padres empezaron a pensar en su pasado y lo recordaban con cariño, sobre todo con amigos. Ahora la soledad los acecha, los hijos tenemos nuestra vida y los nietos ya trabajan. ¡Y ellos qué! Una vida llena de recuerdos, llena de amigos que ya no están, han vivido y han luchado y han creado nuestro país. Es lícito que los sucesivos gobiernos los cuiden como ellos nos cuidaron a nosotros y a nuestros hijos.

José Vicente Domeque Goya

ZARAGOZA

El recuerdo de Manuel Almor

El 29 de julio nos dejó D. Manuel Almor Moliner. Las personas que lo conocían lo definen como noble, fiel, amable, incansable trabajador y de muy buen corazón. En su nombre y el de su familia queremos por medio de estas líneas agradecer las oraciones y muestras de cariño que nos habéis hecho llegar en estos días. Sentimos que ha dejado una profunda huella en la vida de muchos de vosotros, hecho que nos hace sentirnos muy orgullosos de su buen hacer en cada una de las labores y cargos que ha desempeñado en su vida sacerdotal. Que Dios os bendiga y la Virgen del Pilar, a la que tanto quería, os proteja en vuestra vida. Seguro que Manolo, que ya está mas cerca de ella, intercederá por todos nosotros. Nadie muere mientras esté vivo en nuestro corazón, pues la belleza subsiste en el recuerdo. Fuiste un buen amigo, mejor hermano y tío, gracias por todo. Hasta siempre, no te olvidaremos.

Lorenzo Almor Moliner

ZARAGOZA

El yacimiento arqueológico de La Oruña

Llegando de Veruela por el camino de tierra, un pelín antes de llegar al altozano desde donde Bécquer divisó por vez primera Trasmoz, inspirándole la hermosa descripción que hace del pueblo en ‘Cartas desde mi celda’, a la derecha se yergue el cabezo amesetado donde se encuentran los pocos restos visibles del núcleo celtíbero de La Oruña. Hace años que no lo visitaba y sigue igual de desamparado, sin realizarse nuevas excavaciones, por lo que me siento decepcionado, aunque por otra parte me gusta mucho así, ya que no deja de ser poético cómo la Naturaleza termina por borrar nuestras huellas. Y el paisaje sigue siendo muy hermoso desde allí. Según leo, no hay acuerdo: para unos era un poblado y para otros investigadores, toda una ciudad según los cánones de la época, tanto, que hasta tenía el nombre celta de ‘Turiazo’, la actual Tarazona, que según esa hipótesis se lo arrebató tras su despoblamiento por orden de la administración imperial romana. Esta teoría me parece una exageración y me cuesta creerla; no es chovinismo, pero viendo el actual hermoso secarral no puedo imaginar siquiera por dónde discurría el necesario río de caudal estable y cercano de donde se abastecerían de agua, de tanta agua necesaria para una población ganadera, alfarera y siderúrgica –como atestiguan los dos hornos que se pueden visitar en sus laderas– y que, de ser cierto que su nombre fuera Turiazo (relativo a las fuentes), justificara tal topónimo. En cambio, en el lugar de la actual Tarazona había entonces agua por doquier, del río y de caudalosas fuentes, como la de San Juan. ¿Cómo podrían haber desestimado la ubicación en la fértil vega del Queiles para construir su capital en un cerro que hoy es tan estéril? Espero poder leer algo que me convenza.

Carlos San Miguel Echeverría

TARAZONA

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