Del joven Luis Montestruc

Del joven Montestruc
Del joven Montestruc
Lola García

Nació en Huesca en 1867. 

En Zaragoza vivió un tiempo en Rufas, 18, cursó bachiller (1885), Derecho y Filosofía y Letras (1892), según documenta Esther Bentué. Y estas son unas pinceladas añadidas a la información dedicada ayer por HERALDO al 125º aniversario de su muerte.

El luchador

Por temperamento y convicciones, luchó contra el derribo de la Torre Nueva, ordenado en 1892 por el alcalde Alejandro Sala. Hay quien dice que, al cabo de los años, su hija Leonor sufragó las dos torres últimas del Pilar para purgar aquella acción ultrajante para la ciudad. Montestruc ayudó cuanto pudo a los hermanos Gascón de Gotor en su tenaz lucha contra aquel desafuero: "¡Pobre Torre!", escribía. "Ayer, Edmundo de Amicis (...) lloraba rindiendo con sus lágrimas tributo de admiración a nuestras glorias; hoy, el Ayuntamiento de Zaragoza, destruye el monumento. ¡Corren tiempos en que se tira lo que hace llorar para levantar lo que hace reír! ¡Ay! ¡Ojalá mañana no haga la historia justicia a nuestros ediles aplaudiendo una resolución que arranca á una época de sainete los recuerdos de una época de epopeya! (...) ¡El tiempo, el abandono y la ignorancia cortan cada día una página de la brillante historia que escribieron en piedra los antiguos esforzados hijos de Aragón! ¡Pobre Aragón! ¡Pobre Torre-Nueva!", concluía.

El dramaturgo

Le gustaba hacer la crítica de los estrenos y algunas de ellas mostraron penetración y sensibilidad social. Por ejemplo, la que hizo al ‘Juan José’ del aragonés Dicenta, cuyo estreno había alborotado Madrid. Compuso y estrenó (1887) en Zaragoza su drama, ‘Blanca’, que las vulgatas de hoy consideran un éxito, cuando más parece que fue recibida con amistosa comprensión. El ‘Diario de Huesca’ se quita el muerto de encima por el expediente de hablar de un "éxito lisonjero"... según la prensa de Zaragoza. Lo llama "escritor correcto" de "peregrino ingenio", recursos obvios de quien habla de una representación sin haberla visto. Y resume que "la base es brillante", pero con "algunos pequeños defectos, naturales en quien por primera vez escribe para el público", con una "acción no tan original como bien desarrollada". En Zaragoza podían leerse frases halagüenas, pero también reparos: si "la segunda obra que escriba la hace con la debida calma y con mayor estudio y detenimiento, sacará partido indudablemente de sus innegables aptitudes". O bien: "Nunca un ensayo puede reunir las grandezas de una cosa acabada". Y en ‘La Alianza Aragonesa’, el crítico Centellas subrayaba los defectos e incoherencias de la trama argumental. Montestruc no estrenó más, que se sepa.

El oscense Montestruc, fundador de Heraldo de Aragón, vivió en imparable actividad, volcada, primero, en la política y, luego, en el intento de un periodismo ambicioso y libre

El orador

Lo fue convincente y preparado. Quería cambiar el mundo con la palabra. La prensa señalaba el valor de alguna intervención suya, como la dedicada al regionalismo aragonés en enero de 1888: "Clamó contra el indiferentismo, plaga que invade todas las esferas, afirmó que se carece de espíritu regional (...) El discurso merece ser conocido y lo publicaremos en el próximo número". Medio año antes se leían estos párrafos suyos en la turolense ‘Revista del Turia’: "La tierra aragonesa pasa hoy por terrible crisis: es la miseria quien va á invadir pueblos enteros; es la miseria la que va á matar multitud de familias (...) El hambre, al robar con agonía lenta y horrorosa la existencia, sume el espíritu en desesperación delirante (...) Huesca y Zaragoza y Teruel se llenan de trabajadores necesitados, de familias miserables, hambrientas y desnudas: al trabajo sucede la limosna y á la limosna sucederá el conflicto si pronto no se pone remedio". Alentaba en él el espíritu justiciero del primer regeneracionismo.

El muerto precoz

Cuando murió, tuberculoso, antes de cumplir los treinta años, en el recién fundado ‘Heraldo de Aragón’ la redacción, dirigida por su dilecto Antonio Motos, hubo de dedicar dos planas a las condolencias. Entre quienes quisieron expresar su pesadumbre por la desaparición de aquel joven escritor, político –creó un partido y fue diputado provincial en Zaragoza– y periodista brioso hubo personalidades de relieve. Así, Mario de la Sala Valdés, Ricardo Royo Villanova, José Jordán de Urriés y Azara, el barón de la Torre (Mariano Aísa), Antonio Mompeón, Alberto Casañal, Bruno Solano –"Luis era ‘de los pocos’"–, Florencio Jardiel, Marceliano Isábal –"Sus aptitudes para el arte de escribir y el de hablar en público, dos artes bien difíciles, eran admirables"-, Eduardo Ibarra –"inolvidable"–, el marqués de Ayerbe (Juan Jordán de Urriés), García Belenguer, Dionisio Lasuén –"¡Cayó deshecho entre los riscos de su Alto Aragón, amor de sus amores!"– y Gimeno Vizarra, entre otros más.

Aragón tuvo conciencia de que perdía a un talento recién llegado a su punto de sazón.

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