Por
  • Víctor Juan

Yo y Platero

Juan Ramón Jiménez y su burro Platero en la playa.
Yo y Platero
Juan Ramón Alonso

No teman. No voy a escribir sobre aquel burrito peludo y suave que parecía de algodón, ni siquiera de su compañero, el escritor Juan Ramón Jiménez. 

Me serviré del título de la obra del poeta de Moguer para advertir de algunos de los síntomas que permiten medir la vanidad desmedida de los escritores, pero también de quienes sin serlo viven convencidos de que todo lo que hacen es trascendente, porque cada uno de sus pequeños pasos es un gran paso para la humanidad. A la hora de escribir sobre el cumpleaños de un asnito, o sobre un asunto cualquiera como la torre Eiffel o el Torico de Teruel, el texto se puede enfocar de tres maneras, dependiendo del grado de vanidad de quien escribe. Lo que para mí sería más oportuno sería titular el texto por el asunto que se va a desarrollar, es decir, simplemente, ‘Platero’ y, a continuación, desgranar, con prosa limpia y huyendo de artificios, lo que queramos contar del homenajeado. Si resulta que para entender quién es el burrito, el escritor ha de dejar constancia de la relación que le une al cuadrúpedo, el texto podría titularse, con algún reparo, ‘Platero y yo’. Convendrán conmigo que lo que está totalmente desaconsejado es convertir la celebración del cumpleaños del burrito en una loa personal y que el texto termine titulándose ‘Yo y Platero’, extremo que condeno por estar totalmente fuera de lugar y por dejar muy mal parado no al asnito, a quien no se le da voz ni voto, sino al escritor, que se convierte de esta manera en un tipo egocéntrico y soberbioso.

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