Las dos calles de Ramón y Cajal en Zaragoza

El busto de Ramón y Cajal en la Gran Vía que lleva su nombre.
El busto de Ramón y Cajal en la Gran Vía que lleva su nombre.
Guillermo Mestre

El Ayuntamiento aprobó el pasado mes de abril que la Gran Vía zaragozana pasara a llamarse Gran Vía de Don Santiago Ramón y Cajal.

 Y desde hace algunas semanas, una placa recoge esa nueva denominación. Que ayer recibió el sello definitivo con la inauguración oficial de un busto del gran sabio aragonés realizado por el escultor Frank Norton. Es muy buena idea que la ciudad en la que Cajal se hizo médico y a la que siempre siguió unido aproveche un año de aniversarios cajalianos para reforzar su vínculo con un científico y humanista cuyo talento es reconocido universalmente. Tenemos ahora, por tanto, en Zaragoza dos calles dedicadas a Ramón y Cajal, la Gran Vía, junto a la Facultad en la que estudió, y la que pasa al lado del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, donde, como recordaba el 6 de julio el académico José María Serrano Sanz, Cajal también desarrolló parte de sus estudios y hasta había «ejercido de practicante y de profesor auxiliar de Anatomía en sus primeros tiempos». Esa calle fue -señalaba también Serrano- la primera que una ciudad le dedicó, y Zaragoza lo hizo cuando el eminente médico todavía no había recibido ni el Nobel ni ningún otro premio destacable, lo que demuestra -añade Serrano- que la ciudad «ya estaba orgullosa de él». Decía ayer el alcalde Azcón, al descubrir el busto, que Zaragoza paga con él parte de su deuda con Cajal. Seguramente, tanto Zaragoza como Aragón podrían y deberían hacer más cosas para aminorar esa deuda. Pero en todo caso, nuestra Gran Vía lleva ya un excelente apellido.

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