"Para mayor lustre y buen gobierno"

"Para mayor lustre y buen gobierno"
"Para mayor lustre y buen gobierno"
Lola García

En ocho años, Zaragoza cambió cuatro veces de rey. 

En 1702, Zaragoza juró lealtad a Felipe V (un Borbón-Anjou). En 1706, tras su derrota en Barcelona, la juró a su enemigo, Carlos III (un Austria). Tras la derrota de este en Almansa, volvió a jurar a Felipe en 1707. Y tras el desastre borbónico de la batalla de Zaragoza en 1710, volvió a jurar a Carlos... que sería, al fin, el perdedor de la contienda. En la guerra de Sucesión Española (de la que los británicos conservan Gibraltar y cuanto en derredor han usurpado, según su descarada avidez colonial) lucharon una docena de naciones. Fue, a la vez, una guerra internacional y una guerra civil española.

Zaragoza juraba lealtad a quien se imponía por las armas. ¿Qué otra cosa cabía? Por tales mudanzas el vencedor, en disposiciones de 1707 y 1711, declaró derogadas las leyes que regían a Aragón como reino y diseñó una "nueva planta" o disposición de las instituciones aragonesas y valencianas, para unificar el Derecho público de sus reinos y darle un aspecto más homogéneo, asimilado a lo que llamaba, "sabias leyes de Castilla". Guillermo Redondo, de cuya muerte ha hecho siete años el día 5, estudió estas cosas.

La guerra ni siquiera empezó en tierras españolas y entre los nombres de sus generales los hubo tan poco castizos como Stahrenberg, Stanhope, Churchill o Maître de Bay. Algunas de sus batallas tuvieron lugar en sitios tan exóticos como Kaiserswerth, Friedlingen, Hagenau, Oudenarde, Wijnendale, Castelo de Vide, Ramillies, Calcinato o Landau. Sin dejar de ser una guerra civil, el trono de España fue la ocasión de que se enfrentasen dos grandes bloques europeos. Por un lado, la poderosa Francia de Luis XIV, con apoyo de España y de potencias menores como Baviera y Mantua; por otro, Austria con Prusia y Hanóver, el Reino Unido (incluida Escocia desde 1707), los Países Bajos y Portugal, con ayudas de Saboya y Dinamarca, que empezaron al lado de Felipe y cambiaron enseguida de bando. Este sería el bando perdedor.

En la cruenta batalla de Zaragoza, el 20 de agosto de 1710, lucharon los borbónicos contra ingleses, austriacos, holandeses y unidades de españoles favorables a Carlos. El desastre fue mayúsculo para Felipe, que estaba allí y hubo de huir disfrazado. Perdió casi diez mil hombres entre muertos y heridos y sufrió cinco mil prisioneros, con una sangría descomunal de mandos: fueron apresados trece generales (equivalentes hoy a dos de división y once de brigada), setenta y dos coroneles y tenientes coroneles, trece sargentos mayores (comandantes) y más de cuatrocientos capitanes y tenientes. Fue en el Barranco de la Muerte, nombre de origen oscuro, cruzado hoy por el sólido acueducto del Canal Imperial.

Hace trescientos quince años de la abolición de los Fueros de Aragón, efecto directo de la guerra de Sucesión, larga contienda europea por el control del trono hispano

Cambiar por cuarta vez

Podía, pues, darse la guerra por perdida para los Borbón y por eso Zaragoza cambió de rumbo por cuarta vez. La alternativa era el padecimiento de una ocupación militar, sin contar con que parte de la población era adicta a los vencedores, entre otras causas por el castigo infligido a Aragón por Felipe en 1707. Las autoridades alternaban los tedeums y besamanos con el pago de apabullantes impuestos de guerra y decidieron resignarse a contemporizar con las circunstancias cambiantes. Madrid era muy favorable a Felipe y en Aragón tenía muchos partidarios, pero la opinión estaba más dividida que en Castilla.

La ‘traición’ zaragozana de 1706 dio lugar a apreturas fiscales en 1707, cuando las tornas cambiaron de nuevo. El jefe de guerra del veinteañero Felipe V era su tío Felipe, duque de Orleans, nieto de Luis XIII (‘petit-fils de France’, según el lenguaje palaciego de la época) y sobrino de Luis XIV. Este hombre tomó Zaragoza en 1707, hace ahora 315 años.

El añorado Gonzalo M. Borrás refrescó en un trabajo suyo juvenil el texto con el que, no sin sorna, el duque excitaba el celo fiscal de la población, en deficiente español: "Habiendo sido precisado el Rey Católico (Felipe), nuestro sobrino, Dios le guarde, a enviar tropas en el reino de Aragón para reducir a los rebeldes a su debida y legítima obediencia, y siendo así justo como necesario sacar dinero para la manutención de dichas tropas, y habiendo la ciudad de Zaragoza y su reino dado cantidad muy grande de dineros al ejército enemigo, deben dar gustosos lo que se les pide, para asegurar su mayor seguridad, echando fuera a los enemigos y herejes, hemos impuesto a la ciudad de Zaragoza (...) la cantidad de 45.000 doblones, dos mil cahíces de harina y dos mil cahíces de cebada". Pagadera la mitad a tocateja y el resto, cuando se ordenase. Y se habla de "Zaragoza y su reino", tomando la parte por el todo. No contaron los muchos aragoneses que lucharon por Felipe y el 29 de junio se abolieron los Fueros. Todo, como decía el duque "para mayor lustre y buen gobierno de los vecinos de Zaragoza". No faltaba más. A ver qué gobernante no ha dicho lo mismo.

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