Ay qué monserga

Ay qué monserga
Ay qué monserga
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Intento leer mi columna de la semana pasada y me duermo. 

¿Cómo he llegado a ser tan abstruso y soporífero? La verdad es que me duermo aunque no me lea. Es algo epigenético. ¿Lo ves? Una palabra rara sin venir a cuento. Creo que me he vuelto tan pesado porque no me atrevo a decir lo que pienso: nunca me he atrevido, así que no voy a empezar ahora. No porque ahora sea más difícil o peligroso, que hay algo de tolerancia, siempre que digas lo que se ha de decir en cada caso según quien mande o quien vaya a mandar después. En mi caso es que no se me ocurre nada interesante. Ni nada no interesante. Y por eso me echo al monte del palabreo. Está de moda el “tardeo”, palabra llena de expectativas múltiples. Lo mejor de los bares de las novelas de Raymond Chandler es la expectativa, lo que pueda pasar. El tardeo y los nombres de misiles. Quién pone los nombres a las armas. Habrá un departamento de márquetin. Iskander. Stinger. ¡Scud! El presidente de Aragón, Javier Lambán, mola: cuando ha sido necesario ha hecho de Labordeta, y muy bien. Ha sido valiente y aguanta los golpes (incluso de Estado o del Estado). De vez en cuando alguien ha de dar una voz por Aragón: el derecho nos define, como selló Costa. Hoy Aragón vibra un poco más. Y así va pasando el cambio climático, que nos va a pillar el Torico de repuesto y que no se seque el Ebro. Da gusto ir por la ciudad (Zaragoza) a media tarde cualquier día de estos y ver la variedad y la alegría sensual del mundo cosmopolita, la expectativa es total. Si Félix lo viera. No falta un genoma. Zzzz.

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