Por
  • Víctor Juan

Educación elitista

Educación elitista
Educación elitista
Pixabay

A los niños mimados por la fortuna sus padres los despiertan con besos o les susurran canciones al oído hasta que abren los ojos para inaugurar cada mañana el mundo. 

Luego, desayunan con tiempo suficiente para cogerle el aire al día, sin que haya ninguna pantalla encendida; conversan con sus padres de las aventuras que les deparará la jornada; recuerdan cuentos, adivinanzas o trabalenguas y casi siempre ríen por las cosquillas que las palabras les hacen en el alma. Esos niños afortunados escuchan varias veces al día "creo en ti, te estaré esperando, ya verás como lo haces muy bien…". Esta educación elitista incluye varios ‘te quiero’ que se les administran preferentemente al despedirlos en la puerta de la escuela, al recogerlos a la salida y antes de que cierren los ojos al acostarse. Ese último ‘te quiero’ es imprescindible porque los protege del miedo que a veces acecha en la oscuridad, escondido debajo de la cama o dentro del armario. La educación elitista que reciben algunos niños va acompañada de paseos con sus abuelos que son los encargados de proteger sus sueños, envolviéndolos en un papel burbuja fabricado con ternura y con palabras que nunca se lleva el viento. Los niños privilegiados saben que los adultos que los rodean valoran cada uno de sus pequeños logros. Además, reciben una esmerada educación en valores. Sus padres les trasmiten la pasión por equipos humildes porque se aprende más en la derrota o cuando se presentan las dificultades, que ganando todo el rato.

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