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Cartas al director de HERALDO: La Universidad Laboral, una pequeña-gran ciudad

Imagen aérea de la Universidad Laboral cuando estaba en funcionamiento.
Imagen aérea de la Universidad Laboral cuando estaba en funcionamiento.
Heraldo

La Universidad Laboral, una pequeña-gran ciudad

Leí la carta que el 7 de junio se publicaba en esta sección, que firmaba mi amigo y compañero de docencia J. A. Perales, y con cuyo contenido coincido plenamente. 

Por mi parte, quisiera recordar las instalaciones que tenía la Universidad Laboral de Zaragoza, que muchas personas desconocen. Aulas amplias y luminosas (los grupos solían ser de 42 alumnas), en la FP Administrativa, aulas de mecanografía, taquigrafía y estenotipia, en Delineación, tecnígrafos para el dibujo, taller de confección con los últimos adelantos en maquinaria, aulas de idiomas con cabinas individuales, laboratorios completos de química, física y ciencias naturales, y una biblioteca con 40.000 volúmenes. En instalaciones deportivas, pistas de baloncesto, balonmano, tenis, polideportivo cubierto con suelo de parqué, campo de fútbol, pista de atletismo y piscina cubierta climatizada. Contaba con un salón de actos con capacidad igual a la del antiguo cine Palafox, otro con 300 butacas con máquina de proyección de películas, departamento de medios audiovisuales, una enfermería-hospital con 100 camas atendida por médico y ATS, con sala de rayos X, departamento de Psicología, capilla, apartamentos para alumnas mayores, de seis plazas, con zona de dormitorios, estudio y aseos. ¿Y para la holganza? Una magnífica cafetería y unos exteriores con arbolado y césped bien cuidado; en el buen tiempo, las imágenes de alumnas en esas zonas semejaban a los campus universitarios de Inglaterra. Se disponía de cabinas telefónicas y hasta oficina bancaria (algunos días). Era una gran ciudad, pero la desidia, el abandono y la nula visión para emplearla en otros servicios van a hacer que acabe hecha escombros. Es la única de 22 centros que va a desaparecer. Una pena.

José Manuel Sádaba Oteiza. ZARAGOZA

Filas de tapias, setos y alambradas

Vaya por delante que no debería hablar porque yo también tuve, en diferentes épocas, no una, sino dos fincas valladas –la primera con bloque y la segunda, más ‘sosteniblemente’, con alambrada–. En ellas fui muy feliz, sobre todo durante los últimos años de vida de mi padre, a quien ayudaba en las labores del huerto. Probablemente, si siguiera disfrutando de ellas me haría el sueco. ¡Ah, esa hipocresía...! Pero lo cierto es que desde hace años me pregunto dónde está el límite a esa preocupante moda de vallar terrenos y construir chalés, moda que ha resurgido con fuerza a raíz de la pandemia. Con este ímpetu constructor, los paisajes abiertos y más o menos vírgenes quedan cada vez más lejos de nuestras ciudades y los caminos ya son prolongaciones de sus calles, flanqueados por filas interminables de tapias, setos y alambradas. Y algún día se pretenderá que los ayuntamientos doten de servicios a esas fincas. Es que lo guay es imitar esa antiecológica forma de vida de los norteamericanos de las películas, habitando casas con piscina en plena naturaleza pero perjudicándola al recorrer decenas de kilómetros cada día, mientras que los viejos e incómodos cascos originales de nuestros pueblos y ciudades se arruinan y se convierten en guetos para otras culturas o, peor todavía, en focos de marginalidad y delincuencia. Todavía más: los materiales actuales, que son indestructibles y difieren tanto de los de las ‘casillas’ (en mi pueblo, los pequeños refugios de los labradores, de adobe, piedra y techo vegetal y de tierra), de las torres o ventas, y de los corrales, muros y pretiles de piedra que construyeron nuestros bisabuelos y que volvieron a la tierra de donde se obtenían cuando, en otra ventolera de una moda anterior, abandonamos masivamente el campo por el hormigón de la ciudad.

Carlos San Miguel Echeverría. TARAZONA

Día del Corpus en el Pilar

Relucía el sol, suavizado por una leve brisa, que hacía soportable la tórrida temperatura padecida en estos últimos días. Relucía, como relucían en mi juventud los tres jueves más trascendentes del año cristiano… Corpus Christi. Nos acercamos a rezar a la Virgen del Pilar y entramos por la puerta que da acceso al prodigioso altar mayor de Damián Forment. Empezaba la celebración de la eucaristía, presidida por nuestro arzobispo y con el acompañamiento del Cabildo metropolitano. En la capilla del Bautismo, estaban varias niñas y algún niño, vestidos de primera comunión, que se unirían más tarde al resto de los fieles y participarían en la posterior procesión. Hubo momentos de atención, de profundo recogimiento en una basílica llena de fieles. Las voces del coro, magníficamente dirigidas, y los sonidos de los tubos del órgano inundaban la vía sacra y las naves laterales. Y llegó el momento de procesionar el Santísimo, bajo palio, instalada la Custodia en la peana de la Cofradía de la Eucaristía. Mientras se ordenaba el desfile religioso, dentro de la basílica, irrumpió el órgano con los sones del Himno Nacional, en medio de un silencio y recogimiento contenido. Y cuando la comitiva comenzó a caminar, sonaron los acordes del ‘De rodillas, Señor, ante el Sagrario’, himno eucarístico estrenado en el Congreso Eucarístico de Barcelona en el año 1952, que evoca sentimientos de amor a Dios, de unidad y de paz. Las bóvedas retumbaban y los corazones se encendían con esos sentimientos. Hubo respeto, silencio y devoción en la solemne procesión por la plaza del Pilar. Y la compañía de nuestros políticos –autonómicos y municipales– fue recibida con aplausos.

José Javier Forcén Ruiz. ZARAGOZA

Hartos de bicis, motos y patinetes en aceras

El Ayuntamiento anuncia que prohibirá aparcar en las aceras de toda la ciudad bicis, motos y patinetes. Pues no sé si es propaganda por elecciones, pero el Ayuntamiento tiene muchísimo trabajo. Todos sabemos que la ciudad está llena de chapuzas en las aceras, es decir, las aceras son peatonales de toda la vida, e inexcusablemente. Y bajo ningún concepto ni excusa tiene que haber estaciones Bizi ni motos ni patinetes... y menos que los usuarios los dejen donde les plazca. Nunca los abandonan en las calzadas, ¿curioso, no? Los carriles bici en aceras fueron en su día una superchapuza del alcalde de turno y sus mariachis, que, parece que obsesionados con no dejar en paz a los peatones –quizás porque no se atrevían a bajar a las calzadas– los pusieron para ganar un puñado de votos. Y curioso también que haya carriles bici en las paradas de bus. Y en ningún carril bici existen señales de velocidad; vamos, que pueden circular a las velocidades que alcancen. Esperemos que el anuncio del Ayuntamiento se haga realidad, porque los peatones estamos hartos desde Santisteve de aguantar bicis, motos, patinetes... en aceras y cuyos conductores probablemente vayan con auriculares, con el móvil en la mano, sin manos, sin casco.

Alfredo Blasco Calvo. ZARAGOZA

Las cartas al director no deben exceder de 20 líneas (1.500 caracteres) y han de incluir la identificación completa del autor (nombre, apellidos, DNI, dirección y teléfono). HERALDO se reserva el derecho de extractarlas y publicarlas debidamente firmadas.

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