Por
  • Isabel Nerín

Certezas inciertas

Nadal, en la final
Certezas inciertas
EFE

Resulta una contradicción, pero vivimos en una época rodeados de certezas cuyo desenlace desconocemos y que nos generan incertidumbre. 

Estos días, viendo jugar a Rafael Nadal es inevitable pensar en términos como fortaleza, precisión o resistencia. Y a la vez, mientras lo vemos pelear cada bola como si fuera la más importante del partido, tenemos la inquietud de si al final logrará vencer a su rival. Podemos tener la certeza de que ganará, como lo ha hecho tantas y tantas veces, pero no saber el desenlace final nos crea incertidumbre. Es una certeza, aunque a la vez incierta.

Obviamente un partido de tenis no es comparable a ninguna de las actuales causas de incertidumbre como son la guerra de Ucrania o la inflación galopante. Sin embargo, ver jugar a Nadal es mucho más que ver un bonito deporte, porque al enfrentarse en la pista transmite valores como el esfuerzo, la constancia y la superación como actitudes ante la adversidad. Por eso la incertidumbre que nos produce no saber si tanto esfuerzo tendrá recompensa desaparece cuando celebra la victoria o asume la derrota. En el momento de escribir estas líneas todavía no ha finalizado el torneo de París. Gane o pierda, ver jugar a Nadal contribuye a disminuir esa sensación de incertidumbre que nos rodea últimamente porque nos transmite la certeza de que el esfuerzo vale la pena, de que la constancia produce resultados y que como está escrito en los muros de la pista central de Roland Garros "la victoria pertenece a los más tenaces". 

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