Las tres torres de refrigeración de la central de Andorra han dejado de formar parte del horizonte turolense, tras cuatro décadas de prestar servicio y de ser un símbolo de la industria de la zona. Su demolición debe dar paso a una nueva etapa de producción de energía verde, una vez concluyan los trabajos de desmantelamiento de la térmica, y de llegada de nuevas inversiones como la que esta misma semana ha anunciado la empresa química Oxaquim, que destinará 370 millones a una nueva fábrica en Andorra para producir ácido oxálico, utilizado en las baterías eléctricas de los coches. La Comarca de Andorra-Sierra de Arcos espera que las iniciativas públicas y privadas den el relevo laboral a un sector hoy obsoleto que ha mantenido a la zona durante décadas.

La empresa propietaria, Endesa, ha volado con 270 kilos de dinamita este emblema turolense tras el cese de la actividad. En su lugar tiene previsto desarrollar plantas de energías renovables con una potencia de 1.800 megavatios, superior a los 1.200 con que contaba la térmica. El primero de los proyectos alternativos, una planta solar de 50 megavatios, se empezará a construir en el terreno de la central en las próximas semanas. Es positiva esta rapidez en acometer proyectos que permitan que la población de la zona siga teniendo empleos en Andorra y en un sector limpio y de futuro.

Resulta muy criticable, en cambio, la tardanza del Gobierno central en firmar el convenio de transición justa que hace ya tres años anunció la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera. El Ejecutivo tiene que concretar de inmediato los planes comprometidos para asegurar el futuro de la provincia. También está obligado a garantizar que la transición del carbón a las renovables se ejecute desde una filosofía de creación de valor compartido con los territorios.