Por
  • Jorge Sanz Barajas

Cueva Foradada

Foto de Alcaine
Cueva Foradada
Laura Uranga

La infancia de Perplejo, como la de sus vecinos de Alcaine, se tejió con los juncos de la ribera del Río Martín. 

Crecimos a la orilla del pantano de Cueva Foradada, aturdidos por el silencio de las ruinas del pueblo minero. Hace un siglo, sus aguas cubrieron de sombra una huerta fértil, eras, casas, parideras... Cuarenta parejas de guardias civiles aseguraron las obras en 1914. Fue necesario renunciar al futuro para regar las huertas de la vega baja del río. Un siglo después hemos aprendido a hacer de la necesidad, virtud. Alcaine, emblema de la España vaciada, sobrevive con lo que tiene a mano. Lejos de la urbe, comprendimos que el paisaje, la luz y el silencio eran capital suficiente. Quién lo probó, lo sabe.

Desde hace unos años, Alcaine aspira a vivir modestamente, hay iniciativas deportivas y culturales emergentes ligadas a proyectos de emprendedores locales que viven de su trabajo. No ha sido fácil levantar cabeza. Hoy nos piden que agachemos de nuevo la frente. El Ministerio para Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) plantea cubrir de placas solares una quinta parte de la superficie del embalse: renunciar de nuevo al presente, al futuro y al paisaje para iluminar a la España Saciada. El impacto social y ecológico supondrá el golpe definitivo a uno de los paisajes más hermosos y agrestes de Aragón. Los vecinos han empezado a organizarse. Nos dejan el polvo, la niebla, el viento y el sol. Nos quitan el agua y su paisaje. Aragón no es esto, no es esto.

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