Por
  • Jesús Morales Arrizabalaga

‘Emerciencia’

'Emerciencia'
'Emerciencia'
POL

Si fusionamos ‘ciencia’ con ‘emergencia’ resulta este palabro, ‘emerciencia’. 

Con su fealdad quiero expresar la torpeza de la confusión de los dos conceptos que nombra: ciencia y prisa o precipitación.

Estamos en fase de evaluación de secuelas del SARS-CoV-2, el virus causante de la covid-19. Salen a la luz aspectos que no vimos en la punta de la pandemia; los englobamos en categorías como ‘covid persistente’, que son una confesión de la todavía provisionalidad de nuestro conocimiento. En esta revisión de los conceptos fundamentales asociados con el virus y las enfermedades derivadas o agravadas, no veo que se identifique el daño producido sobre el mismo concepto ‘ciencia’.

Los efectos del virus sobre el prestigio de lo científico están muy polarizados: ha habido un reconocimiento sobre los beneficios de la existencia de una infraestructura de producción de conocimiento que sirva de soporte para el desarrollo de remedios o soluciones. Pero veo en paralelo daños graves sobre la percepción social de la misma ciencia.

La gestión política de la pandemia ha utilizado la ciencia como parapeto y ha hecho un uso apresurado y poco riguroso de los resultados científicos

¡Seamos justos! Este daño se ha producido en realidad por el uso que gobernantes y gestores han hecho de ella como parapeto; como el cuerpo del guardaespaldas que se interpone para recibir el proyectil.

Recopilo las referencias que se hicieron. ¿Cuántas decisiones se le endosaron y endosan a la ciencia, convertida indebidamente en un ente homogéneo, con vida propia y comportamiento tiránico ("Yo hago lo que me dicta la ciencia", dicen)? Pero no es ciencia de lo que hablan; faltan muchos de los elementos que la definen. Repaso algunos.

Hago primero una reserva: no me gusta hablar de ‘la ciencia’; me parece más preciso decir procedimientos científicos para la producción de conocimiento y su comunicación. Pero es muy largo, lo sé. En este modo científico hay exigencias irrenunciables: la primera es la autoría reconocible. Necesitamos identificar con exactitud la persona o grupo de personas que, como autores, se hacen responsables de la obtención de datos, su análisis, procedimientos y conclusiones. Porque en este modo científico los estudios se comparten y exponen a revisión y contraste exhaustivos y permanentes: otros recorrerán nuestros razonamientos y comprobarán, paso a paso, las piezas argumentales y sus conexiones. Este proceso requiere serenidad y tiempo para que las posiciones se contrasten, revisen y verifiquen; se va compartiendo elemento por elemento, idas y vueltas… hasta que se forma lo que denominamos consenso de la comunidad científica.

Como ahora somos expertos en gastronomía, estamos familiarizados con las ideas de fermentación, maduración, crianza... que connotan reposo y tiempo. Condiciones que han sido quebradas constantemente por el abuso de la referencia de urgencia a la ciencia en la comunicación política: el motorista del gobernante apostado en la puerta del laboratorio para llevar noticias sin madurar, y publicarlas en bruto y casi en directo mediante el locutor interpuesto. Resultado: cambios constantes en las conclusiones –porque en realidad no lo eran– con el lógico efecto de desorientación en la sociedad y pérdida de crédito y confianza en la ciencia. Así hemos difuminado la diferencia entre ciencia y pseudociencia, que es de importancia estratégica en nuestra cultura. Quedamos expuestos a simples charlatanes. La polarización que contamina nuestra vida en sociedad ha llegado hasta aquí: lo que se alaba por la mañana (por el progreso en tratamientos y vacunas) se descalifica con ofensas esa misma tarde por su inestabilidad.

Como consecuencia, se ha puesto en riesgo la valoración social del trabajo de los investigadores

El conocimiento científico necesita autores identificados y se comunica por cauces restringidos que hacen posible el necesario proceso de decantación y maduración discreta. Se incumplieron gravemente estas condiciones.

Apliquemos ese modo científico para analizar la valoración política real de la ciencia: contrastemos las declaraciones engoladas de alabanza con las medidas concretas. ¿Cómo va a promover la ciencia quien actúa de modo no científico? Un ejemplo: alguno de los últimos parches presupuestarios improvisados para tapar alguna fuga social (de las pequeñas), supone –pese al esfuerzo del Gobierno de Aragón– el presupuesto anual de funcionamiento de la Universidad de Zaragoza.

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