Tiempo para recordar

Tiempo para recordar
Tiempo para recordar
ISM

Las emociones nutren esta sociedad digitalizada y de consumo. 

Sobre todo, el deseo de comprar y gastar. Son dinámicas que incentivan el parecer y tener frente al ser y estar. Dinámicas que nos empujan a olvidar para seguir jugando el siguiente nivel de la partida, sin reflexionar, sin más. Como en los videojuegos, donde se suceden los retos y la adrenalina alimenta las ganas de seguir jugando. Vivimos adobados emocionalmente, consumiendo pantallas, imágenes y audios. Mientras tanto el tiempo se esfuma, se abotargan nuestras conciencias y la memoria se vacía de las tradiciones legadas por nuestros mayores.

En medio de ese magma societario hemos llegado a otra Semana Santa. Aspirando a recuperar la ‘normalidad’ que la pandemia truncó. De momento, sigue siendo ‘santa’, no se ha cancelado, resiste como fecha clave del calendario, cada vez más secularizado y desacralizado. Pese a todo, aquí y ahora, más allá de las vacaciones tenemos tres días también ‘santos’ por delante. Tres días que forman lo que se ha dado en llamar el Triduo Pascual. Jueves, Viernes y Sábado donde los cristianos celebramos lo que Benedicto XVI denominó "el corazón y el fulcro de todo el año litúrgico, así como de la vida de la Iglesia". Es decir, ese punto de apoyo donde se fraguan la memoria, la tradición y la fe cristiana. Algo que, tal como están el mundo y nuestra sociedad, cada vez resulta más disruptivo y provocador.

Las procesiones y los actos populares se repiten en numerosos lugares y ciudades de esta España nuestra. Son un atractivo turístico, un negocio y una fuente de riqueza; sin embargo, el sentido de lo que se hace da la sensación de que se difumina silenciosa e indoloramente. Por eso es fundamental recordar e insistir en el porqué de estos días. Y esto es algo que quienes nos sentimos parte de la Iglesia hemos de explicar y adaptar a los signos de los tiempos; como de hecho también deberíamos aplicar a la liturgia cotidiana. Lo ceremonial, el culto, las prácticas religiosas y lo litúrgico en sí no dejan de ser siempre un ritual social que siembra para no olvidar y dota de sentido a la propia vida.

Cuando aún vivimos bajo las angustias de la pandemia y sentimos muy cerca el
horror de la guerra, conviene que recordemos que estos días de la Semana Santa son un tiempo de esperanza, que nos señala que después de la oscuridad viene la luz

En este Jueves que decimos Santo, estamos recordando algo que pasó hace muchos siglos. Nos remitimos a lo que fue y nos han contado, a lo que nos han transmitido las generaciones anteriores. Arraigados en esos cimientos –al menos quienes nos sumamos a este legado, a esta fe y a esta religión– queremos recordar: un día como hoy Jesús de Nazaret celebró su última Cena con sus discípulos. En ese acontecimiento se instituyó el sacramento de la Eucaristía y el mandamiento central de evangelio de Jesús: el Amor al prójimo. Son muchos los signos que se repiten en y ante la comunidad para recordar ese legado. Los óleos, la renovación de las promesas, el lavatorio de pies son ritos, detalles que repetimos para seguir sembrando y no olvidar que pese al mal triunfará el bien. Pese a la crucifixión vendrá la resurrección.

Esto es especialmente significativo en este tiempo donde, tras el miedo y la muerte traída por la pandemia, estamos viendo en directo el mal que produce la guerra. Y ante el dolor y el horror que se está viviendo en Ucrania –no distinto al de Siria u otros lugares del planeta– hay que resistir e insistir diciendo que hay esperanza. Pese a las bombas, a la sinrazón y al odio que alimenta la violencia ahí no está la última palabra. Quizá en este momento de la Historia nos toca celebrar este Jueves Santo con más conciencia que años anteriores. Es tiempo para recordar que el Amor es más poderoso que el odio, que pese a los dramas e injusticias que estamos viendo hay algo más… que después del Viernes Santo vendrá el sábado con la Vigilia Pascual y el Domingo de Resurrección. Tras la oscuridad llega la luz.

No sé si estas palabras servirán a quienes han perdido a un ser querido o sufrido el horror de la guerra. Pese a lo terrible de ese sufrimiento y a los desastres que hoy asolan a distintas personas en todo el mundo, ahí no está la última palabra. Por eso es importante recordar el sentido de este Jueves y de lo que estamos celebrando. Toca volver a pasar por el corazón para sembrar de esperanza el presente.

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